Una noticia de actualidad me ha hecho recordar una de las muchísimas interrogantes que me suscitaba la religión en mi infancia. Mi mente siempre ha sido analítica y divergente, es decir, muy dada a aprender por medio de conexiones que pueden no ser evidentes para muchos otros; y de tal manera me costaba mucho creer algunas cosas que me contaban; me refiero a cosas ilógicas, irracionales o incoherentes. Esa interrogante de la que hablo es una de tantas que tienen que ver con uno de los personajes del relato religioso.

Por un lado nos contaban que la virgen María era la madre de Jesús de Nazaret, que era a la vez Dios y su propio hijo (otra incoherencia). Por otro lado, sin mediar ninguna explicación sobre el tema, nos contaban que había muchísimas vírgenes. Por poner sólo algún ejemplo: la del Carme, la Purísima, la de los Dolores, de los Remedios, de las Angustias, la Macarena, la del Rocío; me iba dando cuenta de que había infinitas vírgenes, una para cada tema. Si el misterio de la trinidad, ese que indica lo de tres dioses en uno, me resultaba muy difícil de procesar, lo de tantísimas vírgenes, madres todas de Jesús, ya se me escapaba del todo, y para mí se convirtió en un lío conceptual que me trajo frita durante un tiempo. Si le preguntaba al cura siempre me decía lo mismo: “hay que tener fe, y eso significa creer en lo que no se ve ni se comprende”.

Tuvieron que pasar años para poder ir desvelando esas incógnitas. Pero sí es muy gráfico el hecho comprobar las contradicciones enormes que los niños viven en la escuela con el adoctrinamiento religioso por medio. Se puede pasar en media hora de una clase de religión en la que nos hacen percibir como “normal” tener fe y creer en hechos ilógicos que nos narran,  a otra de ciencias o matemáticas en la que nos dicen que dos más dos son cuatro, o que no se puede afirmar nada que no haya sido demostrado con el método científico y empírico.

Puede parecer una broma, pero es algo realmente serio; porque en las mentes infantiles la confusión que se organiza es monumental, y es obvio que estos contrasentidos, por una parte obstaculizan el aprendizaje sano y objetivo de la realidad, y por otra normalizan en nuestra conciencia la validez de la sinrazón. Decía en este sentido el novelista inglés Herbert G. Wells, autor de El hombre invisible o La guerra de los mundos, que “toda religión es un insulto a la dignidad mental del hombre, pero principalmente la católica, porque ha elaborado dogmas muy contrarios a la lógica y a la razón”.

A pesar de todo ello la libertad de conciencia es indiscutible, y cada quién puede creer y pensar como le venga en gana; la cuestión es también que la mayoría acaba creyendo y pensando cómo les viene en gana a otros, pero ése es otro cantar. Por eso es tan importante el librepensamiento, porque hasta de aprender a pensar de manera crítica y sin adoctrinamientos previos depende, como dice Chomsky, que podamos o no vivir en democracia. Las personas acríticas, que desgraciadamente son la inmensa mayoría, no se cuestionan la realidad impuesta y establecida, por tanto cualquier evolución se hace imposible, y así nos va.

Sin embargo, la laicidad es muy fácil de entender. Se trata de que las creencias religiosas se mantengan en el ámbito de lo privado y no dogmaticen o extorsionen al Estado ni a ningún servicio público. Se trata de que se respete la asepsia confesional que es obligada, en teoría, en los lugares y ámbitos que son de todos, lo cual es lo lógico esperar de un país supuestamente aconfesional, según dicta la Constitución de 1978.

Pues parece que eso no se entiende, y seguimos en un país lleno de símbolos religiosos en lugares en los que no deben estar. No sólo no se retiran los símbolos anteriores sino que se siguen colocando en lugares nuevos. En las iglesias esos símbolos están muy bien, pero ¿qué pinta un inmenso mural lleno de vírgenes llorosas en un hospital público? La asociación laicista Sevilla Laica acaba de vivir una polémica en este sentido y ha recibido numerosas críticas, insultos e incluso amenazas de muerte tras haber ha manifestado con una carta dirigida al Hospital La Macarena, en el barrio sevillano del mismo nombre, que colocar ese mural de grandes proporciones decorando la planta primera de un recinto sanitario público incumple y agrede la laicidad del Estado.

Y detrás del propio significado de los símbolos religiosos nos encontramos con la supuesta “cultura popular” derivada de los mitos de la religión, y con la superstición, el populismo y el fanatismo que todo ello conlleva. Dice en este sentido el científico y divulgador Richard Dawkins que en los últimos dos siglos el mundo se ha ido construyendo en base a la razón, y eso es algo precioso que ha supuesto una gran mejora en la vida de las personas, pero también es algo muy frágil que puede corromperse por la irracionalidad que aparentemente es inofensiva.