Si no queríamos caldo, hay que tragar veinte tazas. Y es que, no nos engañemos, vivimos rodeados de corrupción. España es un país corrupto, y profundizar en los porqués es un estudio de lo más interesante. Son varios los factores que inciden en este hecho, el primero en la frente es que vivimos, como digo, rodeados de inmundicia moral. Ahora más que nunca, porque la corrupción, la maldad extrema y el uso del dinero público para enriquecimiento personal es algo que venimos soportando con una frecuencia inusual, desde hace décadas, en los ámbitos políticos; esas décadas desde las que Aznar empezó a transformar la democracia española en el engendro neofascista o neoliberal que es ahora.

Por supuesto, hay unos antecedentes históricos que explican por qué en España la corrupción es mucho más frecuente que en la mayor parte de Europa. Antonio Gala aludía a ello en su libro de recreación histórica El Pedestal de las estatuas (2007). En el siglo XVI la reina Isabel fue una gran corrupta, que se alió a la Iglesia romana para saquear sin miramiento alguno al “nuevo continente”. Las dos instituciones se repartían el gran grueso del inmenso botín americano. Desde entonces, el enriquecimiento de los gobernantes con dinero público (del pueblo) ha sido una constante en las altas esferas del Estado (por supuesto, con significativas excepciones). 

En el siglo XVII, un gran ejemplo de corrupción fue el duque de Lerma (valido del rey Felipe III), quien creó una enorme estructura política y económica para llenarse de riqueza, de dinero y de poder. Ejerció el tráfico de influencias, el cohecho, el robo, la malversación, e, incluso, la especulación inmobiliaria, que le llevó a trasladar a la corte, en 1601, a Valladolid, para multiplicar el valor de sus tierras. Finalmente fue procesado, pero se libró de castigo al ser nombrado cardenal por el papa Paulo V, lo cual le otorgaba inmunidad eclesiástica. 

Otro caso sobresaliente de corrupción fue el de la regente María Cristina de Borbón, quien participó en numerosísimos casos, como la creación de testaferros y sociedades fantasmas para ocultar patrimonio de origen incierto, o como la trata ilegal de esclavos. En realidad, las dos grandes instituciones seculares que se mantienen en pie son corruptas en su propia definición y en su propia esencia, puesto que, desde sus propios inicios, viven en la opulencia y se perpetúan gracias al dinero que genera el pueblo con el sudor de su frente, como dios manda. Y de hecho, es bastante significativo que los países con menos índice de corrupción son los países más democráticos del mundo, los países nórdicos en los que, precisamente, apenas existe presencia religiosa. Recordemos el caso Toblerone y la dimisión inmediata de la política sueca Mona Sahlin, por utilizar la tarjeta que poseen los altos cargos políticos suecos para comprar en un aeropuerto dos tabletas de chocolate. Llevaba yo a Suecia a la plana mayor del Partido Popular.

En las derechas la corrupción es la norma, en los partidos progresistas es y debe ser la anécdota o la excepción. Las derechas se inventan corrupciones en el partido contrincante, y acaban con cargos públicos que les molestan con bulos, difamaciones y acosos mediáticos y judiciales (Oltra, Victoria Rossell, Pedro Zerolo, Alberto Rodríguez, acoso épico a Iglesias, etc.) Mientras algunos no dimiten jamás (aunque se haya demostrado la corrupción con creces, aunque haya amistad con capos de la droga, aunque en tribunales se haya definido al Partido popular como grupo criminal …), otros dimiten inmediatamente tras ser conocida la irregularidad o la corruptela. Ésa es la gran diferencia. ¿Han dimitido Mazón o Ayuso? A Cerdán lo han dimitido de manera fulminante.

Democracia es cuando en caso de corrupción o robo se obliga a dimitir al culpable y se insta a investigar los hechos, y se promueven medidas para que no se repitan. Que haya esos casos puede ser más o menos inevitable dada la condición humana. Mafia es todo lo contrario a eso; mafia es acosar judicialmente, lanzar bulos, no dimitir ni incluso ante familiares enriquecidos con tráficos y cohechos; mafia también es amenazar a periodistas, filtrar mails para que acaben juzgando al fiscal que está investigando tu propios lodos, defender a capa y espada a los corruptos de las propias filas. Ésa es otra gran diferencia.

Espero y deseo que se investiguen a estos tres personajes detestables hasta dilucidar la verdad de la cuestión. Espero que las “otras izquierdas” dejen de mirarse los ombligos, aparquen el ego en sus casas y se unan en lo fundamental, que es apoyar a Sánchez y frenar al fascismo. Algunos apuntan a que quizás sea todo esto otro montaje de la jauría de las derechas, a modo de tamayazo. Koldo fue indultado por el gobierno de Aznar en 1996, lo cual resulta bastante sospechoso; y sabemos bien de lo que son capaces. Sea como sea, no hay alternativa. Los demócratas defendemos y defenderemos a Pedro Sánchez, un gran presidente, a pesar de un ejército de hienas rabiosas detrás, con uñas y dientes, como diría Benedetti. La otra opción, Partido Popular con Vox, sería lanzar al país por un precipicio. Sería dejar a España en manos de la extrema derecha más descabellada, inconsciente, reaccionaria, destructiva y voraz; parafraseando a  Don Antonio Machado, a esa mala gente que camina y va apestando la tierra.

Coral Bravo es Doctora en Filología