El debate de investidura de Pedro Sánchez como Presidente del gobierno en una nueva legislatura fue poliédrico, como muchas personas y como la vida misma. En él han tenido cabida la grandeza de  la reflexión democrática, el debate, pero también los insultos arrabaleros, la sinrazón, el despotismo, la soberbia y la bajeza de lo peor de la condición humana, que tiene muy buena representación en las derechas de este país.

La violencia y el desprecio por la democracia están mostrando su peor cara en esas manifestaciones de Ferraz en las que queda  en evidencia el fanatismo, la agresividad y la bilis que emanan de la derecha y de esos que añoran la dictadura; aunque se dediquen a manipular llamando dictadores a los demócratas y llamando golpe de Estado a la investidura de un gobierno legítimo que ha conseguido la mayoría absoluta parlamentaria. Es curioso cómo algunos perciben en los otros las miserias propias, lo cual es, curiosamente, una característica sustancial de la maldad humana. No es una casualidad carente de significado que desde determinados ámbitos estén catalogando a Sánchez de “psicópata” justamente los que de verdad lo son.

¿Pactos con los nacionalistas? La derecha del Partido Popular es experta en la materia. Recordemos el Pacto Majestic, por ejemplo. ¿Amnistía? La Ley de Amnistía de 1977 perdonó los crímenes del franquismo, y ahí es nada. Rajoy utilizó la amnistía en 2012 para conceder el perdón a 30.000 grandes fortunas con fraudes y delitos fiscales. Si nos centramos en los indultos, Aznar llegó a conceder, según datos de varios medios, 5.948 indultos entre 1996 y 2004, llegando a ser el dirigente que más indultos firmó en su mandato.

Ya sabemos bien que mentir, engañar y manipular el lenguaje y los conceptos son grandes herramientas de los malvados, en política y en la vida misma. Si otorgamos a una palabra, a un concepto o una idea de significado positivo connotaciones malévolas o perversas estaremos transformando ese concepto para quien no sea capaz de percibir el fraude, por fanatismo, por desinformación o simplemente por cortedad mental, de la que, desafortunadamente estamos bastante rodeados.

El pasado 15 de noviembre Pedro Sánchez consiguió ser investido presidente, con mayoría absoluta y dentro de la más absoluta legalidad. Ha necesitado, como ocurre muchas veces, de otros apoyos parlamentarios, como dicta la Ley y la Constitución española; y ha pactado con otras formaciones políticas, que le han dado su respaldo, algo que le ha sido imposible de conseguir al Partido Popular.

Le ocurrió lo mismo al PP de la Comunidad de Madrid, por poner un caso reciente, cuando se hizo con la presidencia por pactar con Ciudadanos y con Vox, teniendo menos votos que el PSOE de Ángel Gabilondo (137 frente a 130 del PP) ¿Y ahora dicen que Sánchez ha dado un golpe de Estado? Hay que ser muy mal político y peor ser humano para verter barbaridades como ésta, justamente los que inducen a los fanáticos a cantar contra Sánchez en Ferraz el cara al sol y hacer vítores a Franco.

En ese contexto, Sánchez, con la ayuda de las fuerzas políticas que le apoyan, ha conseguido oponer resistencia a esta derecha y extrema derecha antidemocráticas, peligrosas y desnortadas; que son voraces y soberbias, y que no saben perder porque su narcisismo perverso es de manual.  Y en este contexto, un contexto de radicalismo y violencia, Pedro Sánchez y Patxi López cerraron su investidura haciendo maravillosa alusión a un poema fascinante y prodigioso de Mario Benedetti, En defensa de la Alegria, poniendo el énfasis en la importancia de mantener la alegría como una trinchera “contra la miseria y los miserables”; demostrando cultura, conocimiento, sensibilidad y la profundidad suficiente para hacernos entender que saben muy bien “de qué va la cosa”.

“(…) Defender la alegría como un principio, como una bandera, como un destino, como una certeza, como un derecho”, “(…) defender la alegría de la miseria y los miserables, de dios y del invierno, del relente y del oportunismo, de los proxenetas de la risa”, decía uno de los más grandes poetas del siglo XX, Benedetti, quien tuvo que exiliarse a Europa por ser perseguido por la dictadura nacional católica uruguaya (1973-1985). Conocía muy bien, pues, las tristezas consecuencia de la violencia, del odio, de las dictaduras y del exilio. Sabía muy bien que la alegría es una cuestión política, porque sólo puede existir en contextos de respeto a la vida del otro, de solidaridad con el otro, en contextos de paz y de libertad.

Y sabía que el poder tirano entristece a las personas, entristece a la vida, lo entristece todo, porque la tiranía es mucho más fácil de ejercer y de prosperar en medio de valles de lágrimas y de desesperanzas. Todas las dictaduras son tristes. Todos los totalitarismos son tristes. Todos los abusos y crueldades son tristes y lo inundan todo de tristeza.

Decía el gran filósofo francés Gilles Deleuze que “el poder necesita personas tristes. Necesita tristeza porque puede dominarla. La alegría, por lo tanto, es resistencia. Es potencia de vida que nos sitúa en lugares a los que la tristeza jamás nos llevaría”.

Defendamos la ternura y la alegría, “con uñas y dientes”, como decía Benedetti, porque en ellas se ahogan los tiranos y los canallas.

Coral Bravo es Doctora en Filología