Querida Macarena:

También yo he tenido a veces la sensación de no pertenecer a ningún sitio. De aparecer donde no se me esperaba, de llegar tarde a donde me hubieran recibido bien. La política es así, pero es algo que sólo se aprende en la derrota. Cuando ganamos, o creemos que vamos a ganar, nos sentimos reyes de todos los lugares. Alabo tu querencia por mi tierra. Cualquiera querría sentirse parte de este puñado de piedra, madera y sal. Andalucía es un diamante pulido por el tiempo y el amor de las muchas culturas que aquí habitaron. Andalucía es una casa con una sola puerta, pero con miles de ventanas.

Dijiste que querrías entrar en San Telmo con una escoba a levantar hasta la última alfombra. Te sorprendería lo limpio que está todo. Cuatro años llevan otros escoberos haciendo lo que tú quieres empezar a hacer ahora. A nadie le gusta vivir en una casa sucia. Lo sabes. Pero te da igual. A las señoras siempre les ha gustado pasar el dedo por los muebles para poner nerviosas a las mujeres que les tienen aquello como una patena. No es síntoma de pulcritud, sino de sumisión. Pero ese ya será otro tema.

Luchar contra la corrupción no va de subirse a autobuses vinilados con caras y frases llamativas para repetir en mítines, sino de trabajar desde la oposición e irse a los juzgados a denunciar unas irregularidades en Mercasevilla que permitieron tirar del hilo para descubrir la trama de los ERE, como hizo el popular Juan Ignacio Zoido. Y tampoco conviene presentarse como paladín de la limpieza, sobre todo cuando el candidato al que sustituyes, Francisco Serrano, está investigado por fraude.

Me llamo Santiago, pero nunca me ha dado por hablar de los gallegos en primera persona. Me enternece cuando hablas de "nosotros, los andaluces" con el único sustento de tu nombre. Macarena. Un nombre precioso, pero, hasta donde yo sé, en tu DNI dice que eres de Alicante. A mí eso me da igual, porque Andalucía está llena de andaluces que nacieron lejos; como mi padre, que vio la luz en Santander, o mi madre, que vino al mundo en otro sur, el de Italia, en Serrastretta, un pueblo de 3.500 habitantes de la región de Calabria.

No hay ningún problema en no ser andaluza, porque esta tierra no sólo es acogedora, sino que desgraciadamente sabe mucho de emigrar por trabajo, pero aquí no has venido a vivir, sino a gobernar, y el poder requiere responsabilidad y conocimiento. Y no nos hace ninguna gracia ni quien intenta imitar nuestro acento, ni quien se “disfraza de faralaes” en lugar de vestirse de flamenca.

Son bonitas las fotos que te están haciendo. Hay intención en ellas. La de Morante parecía de otra época. Este año no he podido pisar la Feria, pero me hubiera encantado acompañarte y escucharte. Cuando vi a tantos compañeros periodistas preguntándote sobre el albero, deseé que alguien te dijera: ¿Dónde está Pulpí? ¿Dónde está Herrera? ¿Dónde está Higuera de la Sierra? No por hacer escarnio, sino por empezar a conocernos. No hay peor amor que el idealizado. No hay peor político que el que cree conocer a unos ciudadanos que desconoce. El folclore está bien para un ratito, pero lo normal no son los farolillos sino el autobús que nos lleva al trabajo. A los toros vamos de vez en cuando, pero lo normal es hacer cola en los centros de salud o esperar a los niños en la puerta del colegio. Los hay que se quitaron el traje de chaqueta y se pusieron el mono azul. Andalucía es así. Estamos a todo. A la alegría y al tajo. Tú quieres estar en los palacios y en las cabañas, pero a ese juego ya han jugado antes y, perdóname que te lo diga, pero no funcionó. Juanma Moreno, que quizá os necesite, es más malagueño que el Piyayo, y conoce esta tierra palmo a palmo. La gomina no le ha impedido pisar el arado.

Aquí somos más de predicar con el ejemplo que de dar consejos, pero no cometas el mismo error que el PP cuando hablaba desde Madrid de la “paguita” del PER o de que los niños andaluces eran analfabetos; o el de Albert Rivera de querer enseñar a pescar a un pueblo de pescadores; ni tampoco el del PSOE de pensar que esto era su cortijo para gobernar para siempre… Y no te equivoques, que en Andalucía gustarán el campo, los toros y la caza, pero también la agricultura ecológica, la innovación tecnológica, recibir con los brazos abiertos a quienes llegan desde otros países a buscarse la vida y que cada cual ame a quien quiera. Guste o no, se entienda o no, a los andaluces hay que ganárselos de abajo arriba y no, como os gusta a vosotros, de arriba abajo.