Aunque ha habido algunos cambios de última hora, el debate en el Congreso de Diputados para una nueva ampliación del estado de alarma provocado por el Covid-19 ha acabado siendo, como era de prever, un penoso ejemplo de política de vuelo gallináceo. Tomo prestado de Josep Pla este calificativo, por no emplear otros mucho más duros. Porque no tiene lógica ninguna que, ante una crisis sanitaria, económica y social de tan extrema gravedad como esta, los criterios más mezquinamente partidistas se hayan impuesto de nuevo al interés general.

Sin prisa pero sin pausa, los apoyos a las sucesivas ampliaciones del estado de alarma solicitadas al Congreso de Diputados por el Gobierno de coalición de PSOE y UP presidido por Pedro Sánchez se han ido reduciendo lenta pero progresivamente. En el pleno del pasado 25 de marzo, la primera prórroga tuvo el apoyo de 321 votos, con ninguno en contra y 28 abstenciones. El día 9 de abril, la segunda prórroga registró ya un primer descenso de apoyos: 270 votos a favor, 54 en contra y 25 abstenciones. La tercera y por ahora última prórroga, el pasado día 22 de abril, constató un nuevo descenso en los apoyos parlamentarios: 269 votos a favor, 60 en contra y 16 abstenciones. A pesar de esta pérdida de respaldos a las sucesivas ampliaciones del estado de alarma, que se inició en España el día 14 de marzo, hasta ahora había existido un apoyo parlamentario muy amplio a las sucesivas prórrogas o ampliaciones temporales de un estado de alarma que ha contado, por otra parte, con un apoyo ciudadano todavía mucho más amplio, según todas las encuestas conocidas hasta la fecha.

Ahora, en este nuevo pleno, por primera vez se vislumbraba la posibilidad de la falta de los apoyos necesarios para proceder a una nueva prórroga de quince días más. El PP, como ya era previsible si tomábamos en cuenta las contundentes declaraciones al respecto de su presidente, Pablo Casado, ha decidido no solo dejar de votar a favor, como había venido haciendo hasta ahora, sino que anunció que votará en contra. Son al menos 120 votos, los de los diputados del PP, a los que se sumarán los de las franquicias territoriales que este partido tiene en Asturias y Navarra, por ejemplo. Pablo Casado amagó una y mil veces con el voto en contra, pero Pedro Sánchez le ha ganado por enésima ocasión la partida, hasta el punto que el PP y sus socios territoriales finalmente se han abstenido. Un estólido e inútil brindis al sol. Porque si el PP y sus franquicias territoriales hubiesen votado en contra, junto a VoX, JxCat y CUP, y ahora también de la mano de ERC, hasta anoche mismo parecía posible que el Congreso de Diputados, por vez primera, no diese su preceptivo aval para que el estado de alarma se prolongase durante quince días más. Una situación tan inesperada como inquietante, porque con la desaparición del estado de alarma no había ninguna alternativa razonable.

¿A qué se han debido todos estos últimos cambios de criterio por parte de todos estos partidos? ¿Qué ha llevado al PP, el primer partido de la oposición y, por tanto, el que debería presentarse como alternativa al actual Gobierno de coalición de PSOE y UP, a votar ahora en contra? ¿Y por qué ERC también se ha pasado al bloque opositor hasta ahora formado por Vox, JxCat y las CUP, más allá de su desesperado afán por marcar territorio independentista que iguale o supere a JxCat?

La respuesta, tan inesperada y sorprendente como inteligente y hábil, nos llegó anoche de la mano de  Ciudadanos, con el nuevo liderazgo de Inés Arrimadas que apunta a un retorno a su originaria equidistancia centrista, aunque con ello causen baja Juan Carlos Girauta y Carina Mejías. Inés Arrimadas anunció que sus 10 diputados se sumaban a los 155 de PSOE y UP, hasta llegar así a los 165, a los que se han añadido también, como era de esperar, los de Más País, Compromís, Nueva Canarias y Terual Existe, que con la incorporación de última hora de Coalición Canaria alcanzaba ya los 171 votos. Quedaba por conocer aún la decisión del PNV, que ha sido decisivo, como en tantas otras ocasiones, ya que con sus 6 votos la prórroga del estado de alarma ha pasado finalmente a contar con 177 votos, una mayoría absoluta que permite la convalidación parlamentaria de esta nueva prórroga del estado de alarma.

¿Por qué se ha abstenido finalmente el PP, cuando las contundentes declaraciones previas de Pablo Casado y de otros de sus dirigentes apuntaban a que votarían en contra y que de este modo se sumarían a un explosivo conglomerado opositor integrado por Vox, JxCat, las CUP  y ERC, un cóctel casi más temible que el Molotov? Es una demostración más de la inconsistencia política absoluta del PP, y en concreto de Pablo Casado no solo como presidente de su partido sino sobre todo como líder de la oposición, aunque con esta abstención intente enorgullecerse de que, en cualquier caso, esta nueva prórroga del estado de alarma sería aprobada con un apoyo mucho menor que las anteriores: 178 votos a favor, 97 abstenciones (PP, UPN, FA, BNG, Bildu y PRC) y 75 votos en contra (Vox, en extraña coyunda con ERC, JxCat y las CUP).

¡Menudo revolcón le ha pegado Ciudadanos al PP! Al curioso circo del Pablo Casado le crecen los enanos. Inés Arrimadas, cada vez más alejada de la errática vía que Albert Rivera impuso a su partido con su exceso de ambición personal y de erróneo tacticismo, le ha dado a Pablo Casado toda una lección de responsabilidad política, de saber aprovechar una oportunidad, que no es lo mismo que simple oportunismo.

¿Tantos y tan profundos han sido los cambios que se han producido en nuestro país durante estos últimos quince días respecto a esta grave crisis sanitaria, económica y social? ¿A qué responden tantos y tan sustanciales cambios de posición por parte no solo del PP sino también por parte de ERC, y en menor medida también de Bildu o BNG, entre otros? ¿Qué alternativas sugieren o proponen los partidos que hasta ahora habían dado su apoyo a las sucesivas ampliaciones temporales del estado de alarma? Si esta nueva prórroga hubiese sido rechazada, ¿qué hubiese sucedido? ¿Qué nos hubiese sucedido?

Vuelvo al principio de este análisis. Vuelvo a Josep Pla: “vuelo gallináceo”, política de “vuelo gallináceo”.