Se le está quedando al Partido Popular un argumentario cada vez más escaso en su cruenta guerra contra el gobierno de Pedro Sánchez. Lo de ETA, que tanto rédito les había dado antaño, ahora no les termina de funcionar, quizá porque la mayoría de la sociedad, digan lo que digan los medios afines al PP, sabe que fue un gobierno socialista quien dio el golpe de gracia a la banda terrorista. La economía lejos de hundirse, como los expertos populares auguraban, lidera el crecimiento europeo. Incluso la aprobación de medidas sociales como el aumento del salario mínimo y de las pensiones, que aseguraban iba a provocar la llegada del Apocalipsis, se ha demostrado que es parte importante del éxito económico.
Les quedaba seguir jugando la carta catalana, pero como una burbuja en un parque infantil explotó el pasado domingo con el recuento de las papeletas. Es cierto que el Partido Popular ha incrementado considerablemente su representación en el Parlament, un aumento que le viene, casi exclusivamente, de haber heredado lo poco que le quedaba a Ciudadanos. Pero el hilo esencial de su discurso que es que el gobierno de Sánchez es rehén de los independentistas catalanes y que, por lo tanto, este movimiento no va a dejar de crecer hasta conseguir su objetivo, se ha derrumbado por completo.
Como son inasequibles al desaliento, la misma mañana del lunes diversos dirigentes del PP madrileño salieron en tromba a decir que Sánchez accedería a los ilusorios deseos de Puigdemont y sacrificaría a Salvador Illa para hacerlo presidente a él. Al mismo tiempo, en Barcelona, el presidente del PP catalán, Alejandro Fernández, daba por muerto y enterrado el Procés. Parece que a Feijóo no le había dado tiempo de llamar a su subordinado o que, si lo había hecho, a éste no le había parecido bien compartir el ridículo con sus compañeros de la meseta.
Lo cierto es que, y no es una opinión sino datos, mientras gobernaba el PP el sentimiento independentista creció exponencialmente en Cataluña. Se celebraron dos referéndums y se declararon dos independencias, aunque una de ellas apenas durara unos minutos. Desde que en la Moncloa hay un gobierno progresista, los partidos independentistas han bajado diez puntos, no ha habido ningún referéndum y, por supuesto, no se ha producido ninguna declaración de independencia.
Sin los argumentos de ETA, la economía y Cataluña, al PP de Feijóo sólo se le ocurre basar su oposición en el ataque personal y directo a Pedro Sánchez y su entorno familiar. Lo más gracioso de esta historia es que Isabel Díaz Ayuso, cuyo padre, madre, hermano y compañero están o han estado implicados en casos mucho más que turbios, sea su principal portavoz. Es como si a Sánchez lo hubieran cogido de vacaciones con un capó de la mafia y Feijóo saliera a criticarlo. Pero tampoco sería de extrañar, con este PP, menos la honestidad, todo es posible.
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