Desconozco por completo por dónde saldrá Inés Arrimadas, al frente de los escasos restos de Ciudadanos que Albert Rivera le dejó como legado, en este lío del “pin parental”. Que Vox haya arrastrado al PP a plantear batalla política por esta cuestión, por ahora en Murcia pero en cualquier caso con la bendición de Pablo Casado y su fiel infantería comandada por Teodoro García Egea, tiene ya su aquel. Pero que un partido como Ciudadanos se haya sometido también a esta imposición de Vox no solo confirma la ya conocida endeblez de esta formación sino su rumbo errático hacia el desastre final.

Mientras el papa Francisco advierte que “los padres son los custodios de sus hijos, no sus amos”, resulta que PP y Ciudadanos apoyan a Vox en la defensa y promoción de un “pin parental” con el que los padres podrían prohibir que sus hijos pudieran recibir educación e información en materias complementarias curriculares. Los representantes de estas tres formaciones derechistas se han referido a materias relacionadas con la educación afectiva y sexual, la igualdad de género, la violencia machista…

Personalmente me parece una barbaridad inmensa la aceptación del citado “pin parental”. Pienso que es un desatino mayúsculo, además de un ataque claro a la educación pública como derecho social universal. No obstante, supongo que a estas formaciones políticas les parecerá también bien que otros padres opten por otra clase de “pin parental”, amparándose para ello en sus convicciones personales en materia de religión, ideología o moral.

Se trataría, al fin y al cabo, de extender el derecho al “pin parental” a otras opciones. Por ejemplo, los padres que se niegan a aceptar que sus hijos se vean en la obligación de aprender música, cantar, tocar un instrumento o danzar. O los que no desean que sus hijos estén obligados a hacer ejercicios físicos o a nadar. O a los que se niegan a reconocer la teoría científica de la evolución, y por tanto rechazan que sus hijos sean educados según ella. O los que no quieren que sus hijos sean educados en la promoción de las vacunas y otros medicamentos, o los que se resisten a aceptar que las transfusiones de sangre, los trasplantes de órganos o los injertos son médicamente necesarios en muchos casos. O los que -y los hay aún, por sorprendente que nos parezca-siguen sosteniendo que la Tierra es plana y no redonda. O los que rechazan las tesis de los historiadores oficiales y defienden otro tipo de historias, casi siempre desde bases ultranacionalistas de un signo u otro. O los que, siendo como son ateos o agnósticos, exigen que sus hijos sean educados en todas las materias curriculares en el ateísmo, el agnosticismo o, como mínimo, en la aconfesionalidad y la laicidad.  

¿Creamos un “pin parental” a la carta? ¿Ponemos en marcha una barra libre del “pin parental”?