Como aquellos personajes de los dibujos animados de antaño que sobrepasaban el precipicio huyendo de sus enemigos y permanecían unos segundos suspendidos sobre el vacío antes del desplomarse contra el suelo justo en el momento, pero no antes, de ser conscientes de su apurada situación, desde las elecciones del 10 de noviembre Ciudadanos permanece suspendido sobre el abismo sin ser todavía consciente de lo que le espera, como si, tras haberse pasado de frenada en su carrera con el PP para ser la primera fuerza de la derecha, el partido hubiera dejado atrás la tierra firme y fuera solo cuestión de tiempo su desplome irremediable contra el duro suelo.

Las horas contadas

Ciudadanos perdió en noviembre 47 de los 57 diputados conseguidos siete meses antes, pero actúa, habla y se comporta no como si siguiera teniendo 57, pero sí como si apenas hubiera perdido un puñado de votos, nada que no pueda solucionarse afinando la comunicación corporativa o haciendo algunas leves modificaciones tácticas.

La organización fundada por Albert Rivera permanece suspendida sobre el acantilado, a punto de estrellarse contra los arrecifes cortantes como el acero, pero se comporta como si no supiera eso que todo el mundo sabe: que tiene las horas contadas si no regresa a sus orígenes centristas, liberales y tal vez progresistas.

Tras haber dejado pasar la ocasión de redimirse de sus errores absteniéndose en la investidura de Pedro Sánchez, a Ciudadanos se le presenta ahora con el ‘pin parental’ de Vox una nueva oportunidad de redención, aunque sea una oportunidad si se quiere menor comparada con la desaprovechada votación sobre el candidato a presidente.

Cs no puede –ni debe, pensando en su propio interés– romper los gobiernos autonómicos de Murcia, Madrid y Andalucía, pero sí puede –y debe, pensando en su propio interés– recuperar la autonomía y la identidad perdidas cuando unió su destino a la derecha y la ultraderecha.

Madrid marca territorio

Eso es, de hecho, lo que ya están haciendo los altos cargos del partido en la Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid. El vicepresidente regional Ignacio Aguado y la vicealcaldesa Begoña Villacís, e incluso los consejeros andaluces Javier Imbroda y Rocío Ruiz, sí parecen haber comprendido lo que el vicepresidente de la Junta Juan Marín se diría que se resiste a entender: que Ciudadanos tiene que rechazar la pretensión de Vox de que los padres de alumnos puedan vetar actividades complementarias que forman parte del currículum académico de los centros.

Villacís y Aguado dijeron el sábado: “El pin parental no se va a implantar en la Comunidad de Madrid”. La vicealcaldesa fue en realidad más lejos al dar a entender que tampoco se implantaría en Murcia ni Andalucía.

En esta última Comunidad, también los consejeros naranjas de Educación e Igualdad han sido no tan contundentes, pero sí bastante claros al dejar entrever su discrepancia con una medida que, por lo demás y se mire como se mire, está escrita negro sobre blanco en el acuerdo firmado con Vox y el PP el 23 de octubre por el cual el partido ultra daba su apoyo a los Presupuestos de 2020.

Un presidente desdibujado

Sorprende que el vicepresidente de la Junta y presidente del partido en Andalucía, Juan Marín, esté prácticamente desaparecido en este debate del veto parental, sobre el cual apenas se le ha oído decir que está a favor de la libertad de los padres y en desacuerdo con Vox, pero rebajando su discrepancia al añadir a renglón seguido que también hay temas en los que no está de acuerdo con el PP o con el PSOE. 

Incomprensiblemente para alguien de su experiencia política, Marín se está quedando desdibujado en un debate cuyas dimensiones nacionales son una ocasión inmejorable de marcar perfil político propio, máxime en un momento en que Ciudadanos está a las puertas de un congreso crucial donde la ponencia de Estrategia Política propone regresar a sus orígenes transversales y centristas.

Sabemos qué han dicho Villacís y Aguado, pero no sabemos qué ha dicho Marín porque apenas ha dicho nada. Se equivoca el vicepresidente manteniendo ese perfil tan bajo en una cuestión de tanto alcance y en la que con tanta nitidez puede distanciarse no ya de Vox, sino sobre todo del PP: algo que hoy Ciudadanos necesita tanto como el comer. La contención política, que siempre fue la mejor virtud de Marín, puede acabar devorándolo.