Nunca he sido dado a creer en teorías conspiratorias. Tampoco lo soy en el caso del desgraciado trance que el PSOE está viviendo desde la funesta jornada del pasado 1 de octubre, cuando su comité federal tomó una decisión en abierta contradicción con sus reiteradas promesas electorales y con la más que notoria oposición de la gran mayoría de sus militantes, simpatizantes y votantes.

No hubo conspiración entonces ni la hay ahora. Lo que sí hay es una resistencia numantina –personalmente tal vez comprensible, aunque pueda y es más que probable que sea suicida para el PSOE- de unos dirigentes socialistas, algunos en apariencia ya retirados, otros aún con poder institucional u orgánico, e incluso otros con aspiraciones futuras- de aquellos que desearían seguir manteniendo firmes las riendas del partido mediante el uso y abuso sistemático del sistema de la cooptación para decidir nuevos liderazgos. Se trataría, lisa y llanamente, de aquello tan lampedusiano de que “todo cambie para que todo siga igual”.

Sólo desde este planteamiento se puede entender que una comisión gestora plantee mantenerse mucho más allá de lo previsto, a lo que parece con el deseo de que se serenen las iras de la militancia y el gatopardismo pueda seguir imponiendo su ley.

Sin embargo, desgraciadamente para ellos, y sobre todo para el conjunto de los que consideramos que sin la existencia de una alternativa política socialdemócrata potente como ha venido representando el PSOE no habrá posibilidad real de cambio político en España, los hechos son siempre muy tozudos.

Al facilitar con su abstención la investidura presidencial de Mariano Rajoy al frente de un nuevo Gobierno del PP, los actuales dirigentes provisionales del PSOE quisieron hacernos creer que con aquellos votos quedaban libres para ejercer no ya una oposición parlamentaria sino incluso para encabezarla.

Por el momento los parlamentarios socialistas ya se han visto con la desagradable ingesta del sapo que para todos ellos representa haber facilitado con su abstención, no se sabe con qué excusa, la elección como presidente de la comisión de Exteriores del Congreso del exministro de Interior Jorge Fernández Díaz, al que pocos días atrás el propio PSOE reprobó, al igual que el conjunto de la oposición.

Mariano Rajoy, experto consumado en el uso del tancredismo como arma política, amenaza ya al PSOE con convocar nuevas elecciones si no consigue aprobar nuevos Presupuestos, con toda una retahíla de nuevos y más dramáticos recortes en políticas sociales.

¿Volverán los actuales dirigentes del PSOE a apelar a la supuesta responsabilidad política para facilitar con una nueva abstención la aprobación de unos nuevos Presupuestos aún más antisociales y regresivos? ¿Condenarán al PSOE a ejercer de algo así como de socio quieto, ciego, mudo y sordo de un nuevo Gobierno del PP, sin capacidad ninguna para ejercer de verdadera oposición y de plantar cara al presentar sus propias alternativas progresistas y de izquierdas, es decir inequívocamente socialdemocráticas?

Únicamente con una convocatoria lo más inmediata posible de un congreso federal extraordinario, con la celebración previa de elecciones primarias para la elección de la persona que deba asumir la secretaría general, el PSOE podrá comenzar a salir de este pozo sin fondo al que le lanzaron todos aquellos que, por acción u omisión, el pasado 1 de octubre tomaron unas decisiones justificadas por ellos mismos para impedir una debacle electoral en unos entonces posibles terceros comicios generales.

Desde entonces las expectativas de voto socialistas no han hecho más que caer en picado, situando ya al PSOE en una tercera posición, claramente superado por Unidos Podemos, aunque podría acabar incluso quedando en cuarto lugar, superado también por Ciudadanos. Y todo ello porque gran número de votantes socialistas, tal vez tan habituados ya a las abstenciones sucesivas de sus representantes en el Congreso de Diputados, por ahora parece que optan también por abstenerse.

¿Pero qué se habían creído? ¿Creían acaso que Mariano Rajoy no aprovecharía esta capitulación vergonzante de los socialistas para rematarles, impidiendo de esta manera, desgraciadamente por mucho tiempo, que en España pueda haber un nuevo Gobierno de izquierdas, progresista y regeneracionista?