Poco me parece el coño que espetó Pablo Casado el pasado miércoles en la sesión de control al Gobierno, si tenemos en cuenta el bullying que está padeciendo el  presidente del Partido Popular. Muy cabreado tiene que estar este devoto hombre de misa dominical o de sábado, si la causa lo merece, para soltar semejante palabro sin tan siquiera santiguarse.

Pedro Sánchez se sintió herido por la chabacana expresión, pero debería haber tenido un poco más de sensibilidad y haber sabido interpretar que la mayor parte del coño no iba para él. Era un coño más de impotencia que de ira. Más de "no aguanto más" que demandante de explicación. Casado no estaba cabreado con Sánchez, ni preocupado por si en Cataluña se cumple el 25% de castellano en las clases, ni mucho menos por la marcha de la economía o la pandemia. Lo que realmente cabrea a Casado es que es en su propio partido donde menos lo respetan y eso, teniendo en cuenta las risas que provoca fuera del PP, es menos que nada.

El bueno de Pablo no tiene mala fe, pero ustedes no saben lo que debe ser ver como alguien como Miguel Ángel Rodríguez le mina la moral y lo poco que le queda de liderazgo, utilizando un títere tan mal cosido, intelectualmente hablando, como Díaz Ayuso. Y si sólo fuera la presidenta de Madrid no estaría mal del todo, lo que ya le parece el colmo es que un deshecho del PP, alguien a quien tenían ocupado más por pena que por mérito como Santi Abascal, le coma el terreno encuesta tras encuesta.

Estoy seguro de que el "coño", me refiero siempre a la expresión, le dolió más a Pablo que a Pedro. Pero a Casado le han dicho que tiene que hacerse el macho ibérico si no quiere seguir perdiendo votos por la extrema derecha, y ya se sabe que un buen ejemplar de esa especie no es nadie sin un "coño" en los labios. Así que si yo fuera Sánchez, lejos de tenerle en cuenta estas salidas de tono, intentaría ayudarlo para que no pierda el puesto de líder de la oposición. Difícilmente va a encontrar un saco de boxeo más blando.