Un niño, Luisito, aspiraba a tener una bicicleta para salir con sus amigos e impresionar a una chica. Pero como había suspendido, su padre le negó el regalo. Aquel verano de 1936 las cosas estaban muy mal, se produjo un golpe militar y empezó una guerra atroz. Fue un verano trágico. La genial obra de Fernando Fernán Gómez, Las bicicletas son para el verano, recuerdan a veces a nuestros políticos, al hilo de ese papel dictatorial de don Luis que niega a su retoño el  disfrute de unos días efímeros.

La diferencia es que individuos como Donald Trump evitan que soñemos con la bicicleta.  Para él, el verano no existe y de tener algún atisbo canicular lo erradica. El presidente de Estados Unidos demuestra que su afán por evitar la entrada de emigrantes va  más lejos de su cacareada prevención del yihadismo cuando no se ofende por otros violentos ataques.

Se mire  como se mire es un tipo peligrosísimo. El veterano diario La Rioja, que se edita desde 1889, en uno de sus editoriales subraya adecuadamente: “Odio racial en EEU: Es ingenuo  desconocer los vínculos de la explosión de violencia y la agresividad nacionalista, xenófoba y misógina de Trump”.

Muy lejos por suerte del inquilino de la Casa Blanca, Rajoy Brey sigue en su línea de negación de la realidad, exhibiendo una dudosa ética para tapar la corrupción de su entorno, sin dejar de tensar algunas situaciones. En lugares como Marbella, el PP se prepara para volver a ocupar la alcaldía y amenaza con dedicarse en especial al Plan General de Urbanismo, lo que hace temer lo peor.

En la obra del gran Fernando Fernán Gómez, Luisito nunca disfrutaría de su bici como había imaginado. Acabaría utilizándola, sí, pero para ganarse la vida en una España de sombras terribles. ¡Que este verano nadie borre de nuestra vida las bicicletas!