A ver, pues eso, que todo va bien, que todo está controlado. Que lo único que ocurre es que los españoles somos unos baldragas, unos lloreras, unos dengositos, unas histéricas. “Se está haciendo un buen trabajo en todos los lados”, nos dijo Salvador Illa el otro día, que al filósofo profesional del Gobierno le apetecía sacar su flequillo pegamoide y las gafitas empollonas de primero de la clase a que se oreasen ante los micrófonos.

Illa venía de comentar en vacaciones con Séneca las Cartas morales a Lucilio y de tomar apuntes sobre la ataraxia de los estoicos, que es una especie de nirvana oriental pasado por el Coliseo de Roma, algo que está entre el pasotismo low cost de Belén Esteban y la imperturbabilidad testaruda de El Escorial. Y al ministro tanta ataraxia le contagió el discurso, no de aplomo, no de sabiduría, sino de despreocupación y pachorra. De ahí la comparecencia. Puro flatus vocis. Puro opio verbal. A los periodistas se les caían las pestañas y los bolis somnolientos, y ese sonido escarpado que oíamos no era el obturador de las cámaras, sino los ronquidos de los reporteros gráficos.

“Solo debes ocuparte de aquello que depende de ti” es una máxima de los estoicos. A Illa yo lo vi más remetido en sí mismo que otras veces y más preocupado por el nudo pizpireto de la corbata que por la multiplicación y la metástasis del coronavirus. Que hemos terminado agosto con más de 5.000 contagios diarios, cinco veces más que en el mes de julio, señor ministro. Que ha habido 177 muertos en la última semana (¿se imaginan una guerra hoy con semejante número de bajas en tan pocos días?). Que Valladolid y Salamanca sienten nostalgia de la experiencia mística y oceánica del domicilio, que es el útero de la madre hecho de pladur freudiano, y ya han vuelto a la fase 1. Que aumentan las hospitalizaciones. Que han confinado las anchoas santoñesas de Miguel Ángel Revilla. Que las cifras de nuevos infectados son volátiles o nómadas, no cuadran o se despendolan como si bailaran un reguetón estadístico. Que tenemos la mayor incidencia acumulada de Europa y ya va siendo hora de que se haga una auditoría independiente para saber qué demonios ocurre. Que hoy abren los colegios en Madrid y no hay suficientes santos en el calendario para velar por todos los profesores y alumnos, aunque siempre se le pueden hacer rogativas a la Dolorosa/Ayuso. Que, ante la crisis que se perfecciona día a día, los curratas vamos a recibir más latigazos de los que estipula el convenio colectivo si queremos comer y no nos va a quedar otra que meter la fiambrera en la mochila y coger el metro y acudir a la obra contagiados. A lo mejor eso es lo que llaman inmunidad de rebaño, no sé.

Pero todo va bien, nos dice opiáceamente Illa, nos apacigua serenamente Illa, nos consuela maternalmente Illa. Menos mal que tenemos a un filósofo al frente del ministerio de Sanidad. Y al hada madrina del PP en Madrid. Para los políticos y empresarios estamos mejor muertos que confinados.