“Está permitido colarse, zancadillear, traicionar, espiar, robar y mirar para otro lado en caso de incendio en casa del enemigo. No siempre se firma con el nombre de verdad, ni el seudónimo tiene que obedecer a la misma persona; no siempre se llama en nombre de quien se dice representar ni tampoco se representa a quien se quiere llamar”.

Estas líneas las firma Miguel Ángel Rodríguez (MAR). Las escribió hace seis años, cuando andaba aburrido y de capa caída, cuando su teléfono dejó de sonar, cuando con los 50 ya cumplidos y después de vivir todo lo que había vivido, nadie le echaba cuenta. Miguel Ángel escribió un libro, Usted puede dirigir el mejor gabinete de comunicación, en busca de protagonismo, quería ser escuchado, buscaba ser entrevistado y, en ese afán, dejó allí plantada su forma de entender la comunicación y la política.

MAR, no nos llevemos a engaño, es una figura atípica, una rara avis, un niño precoz y un trabajador sobredotado. En él, y en sus formas, no encontraran jamás esas ínfulas de intelectualidad propias de Iván Redondo; Rodríguez es la práctica y la sencillez llevada a la excelencia. No busquen en él complejos términos anglosajones ni estudiadas referencias a presidentes americanos, encuentren mejor esa listeza, ese nervio, que solo da la calle, esa astucia de las personas que van por delante, ese desparpajo y ese arrojo que, aun colindando con la irresponsabilidad, nunca anda del todo desbocada.

Rodríguez es la persona que revolucionó la manera de comunicar en este país. Él inventó una nueva forma de hacer política, desde la escenificación de los mítines hasta la optimización del mensaje que querían colar en los telediarios con su famoso botón entre bambalinas. Él fue el hombre que pulió la figura de Aznar, ese “tipo del labio leporino” -en palabras suyas- que no le caía simpático a nadie y que acabó siendo hasta carismático. Rodríguez es el “Váyase señor González” y es el “España va bien”. Si aún se acuerdan, es porque algo hizo bien.

Por eso, este genio comunicativo nunca da puntada sin hilo, siempre tiene claro cuáles son sus objetivos y elige muy bien las contadas ocasiones en las que decide ser protagonista. En agosto de 2019, un hombre de barba cana y ojos azules desfilaba por los pasillos de la Comunidad de Madrid junto a Almeida y Pío García Escudero en la primera sesión de investidura de Isabel Díaz Ayuso. Aquella mañana, Miguel Ángel se dejó ver. Tanto es así que, a la salida de la presidenta de la Cámara, Rodríguez se orilló en el pasillo, cuando Ayuso lo vio, se fue ilusionada a saludarle. Lejos de quedar satisfecho, MAR esperó a que Ayuso estuviese posando frente a las cámaras para aparecer ante ella con un regalo. El presente era una figurilla de una menina con la bandera de la Comunidad de Madrid. Mientras la presidenta miraba el obsequio y los fotógrafos apuntaban, MAR cogió la mano de Ayuso, giró la figura y enseñó junto a ella el reverso de la estatuilla donde él había grabado el lema: “Sin lucha no hay victoria”. Escenificación, mensaje para la prensa y el partido. Estaba de vuelta. Días después, Ayuso lo nombró asesor.

Ese día empezó un camino que se culminó con las elecciones del 4 de mayo. Si se echa la vista atrás y se recorre la progresión desde aquel agosto de 2019 hasta este marzo de 2022 podemos observar el crecimiento desorbitado de la figura de Isabel Díaz Ayuso, antes denostada incluso por la gente del partido y ahora convertida en Lady Madrid y Estatua de la Libertad. Ella sabe de la importancia capital del tipo de los ojos azules, y así se encargó de demostrarlo en los agradecimientos del cierre de campaña con algo parecido a una declaración de amor: “A Miguel Ángel Rodríguez, que además de mi jefe de gabinete es por, encima de todo, mi amigo; y lo es todos los días. Es una persona que dejó atrás sus quehaceres y sus proyectos y se enroló en esta maravillosa aventura. Para mí es un escudero, un protector, un compañero de aventuras. Es la persona que más me divierte, que más me inspira y que más me enseña. Como no tengo palabras para describirlo ahora mismo, Miguel Ángel, ahora no puedo contar lo que siento y lo que pienso de ti, sobre todo te pido tiempo para poder contártelo poco a poco”.

Los dos han convertido su amistad en un tándem ganador. MAR ha conseguido crear un icono pop que trasciende las fronteras de la política y que además ganó rotundamente su proceso electoral. El tipo del que salió el “Comunismo o libertad” y muchas de las míticas frases de aquella convulsa campaña, esa noche electoral, mientras todos festejaban el éxito, ya había cambiado de pantalla, empezaba el siguiente nivel. Antes de que se terminaran de contar los votos, él ya empezó a sembrar la idea de que la presidenta tenía que salir sola al balcón de Génova, 13.

Desde IFEMA, esa noche, MAR mandó dos mensajes; uno al gran público en redes sociales junto a una foto de su cara visiblemente sonrojada junto al siguiente texto: “Me gusta cuando los planes salen bien. Felicidades presidenta Díaz Ayuso. Eres la valiente y la mejor”. Y otro a Pablo Casado, en el que le decía que le había decepcionado como persona por no dejar salir a la presidenta sola, además de acordarse de su madre y algún que otro improperio. Esa noche empezó a fraguarse el final de la era Casado.

Hay que tener clara una cosa, MAR ha vuelto a la política a divertirse, a demostrarse a sí mismo que puede llevar a la primera presidenta del Gobierno a la Moncloa, a ratificar que sigue siendo el mejor. Si él ya es un hombre visceral e impulsivo de cuna, ahora que ha vuelto sin nada que perder es completamente imprevisible. Lo de insultar al presidente del partido y retar al secretario general entraba dentro de su recreo particular en la política.

Después de la victoria, MAR adoptó la estrategia del “todos contra nosotros”. Con una mano peleaban contra el Gobierno central y con la otra pellizcaban a Génova con la argucia de que tenían que adelantar el Congreso del partido en Madrid. Y claro, el Gobierno seguía haciéndole el juego y la planta noble de Génova entró al trapo. Si hay alguien que es capaz de plantarle cara al aparato de un partido y además ganarle, ése es Miguel Ángel Rodríguez. Él ha sido capaz de desalojar la planta séptima de Génova, él ha orquestado y dirigido una obra que había escrito, él ha guiado a sus enemigos por un camino repleto de trampas. Lo de la crisis interna del PP, su proceso y su consumación, nos hace ver que estamos ante no solo el mayor genio comunicativo del país, sino que también es un buen estratega.

Él es el quien precipita y detona la bomba la noche que filtra el supuesto espionaje a la opinión pública, él es el que toma la decisión de anticiparse para que la presidenta comparezca y salga a rajar del presidente. Para que se hagan una idea del nivel de implicación de MAR en todo este embrollo, la tarde del viernes después de la entrevista de Carlos Herrera a Casado, Ayuso acudió a Génova para reunirse con el presidente. Mientras duró el encuentro, Miguel Ángel Rodríguez y su inseparable Francisco García de Diego esperaban tranquilos en una cafetería próxima a la sede. Cuando la presidenta salió del encuentro y le dijo lo que había acordado con Casado, MAR llamó primero a Génova para negarlo y después a los periódicos para hablar de aquello de “reunión infructuosa”. Cada paso que daba la presidenta en la guerra interna llevaba la firma indistinguible de Rodríguez, aquel asedio a la sede del PP, aquellos editoriales ruborizantes, aquel hundimiento del barco genovés que fraguó el vallisoletano.

El desenlace de esta historia bien es conocido por todos y termina este fin de semana con Alberto Núñez Feijóo como presidente de los populares. Desde que el gallego le diera poderes a González Pons como pieza importante en el Comité Organizador del Congreso, el europarlamentario ha establecido línea directa con Miguel Ángel Rodríguez. Quien crea que las ambiciones de MÁR quedaron saciadas con la salida de la antigua dirección, se equivoca. Quedó refrendado en el acto conjunto que hicieron Ayuso y Feijóo en Madrid, cuando la presidenta, mirando al nuevo líder a la cara, le avisó nítidamente de que iba a seguir con su perfil propio y su senda de libertad, sin aguantar “tonterías e imposiciones”. Un toque de atención en toda regla, un “Alberto ya sabes de lo que somos capaces”. También ha quedado claro con su postura hacia Vox, no es que Ayuso sea un verso suelto, Ayuso es un poema entero escrito por Miguel Ángel y recitado con una enorme solvencia por ella misma. Si hablábamos el fin de semana pasado de la “mesa chica” de Feijóo, hoy podemos hablar de una terraza para dos al más puro estilo de La Dama y el Vagabundo.

Esta semana, a las puertas del Congreso nacional, hemos conocido ese mensaje que MAR envió a Casado, y esa conversación premonitoria con Teodoro García Egea en la que le decía que era libre de saltar por la ventana. Rodríguez ha decidido ser protagonista, quiere que la gente no olvide quién ha maniobrado para echar a los que estaban y poner al que viene. Recuerda mucho a esa otra sentencia de aquel libro que escribió en su etapa de aburrimiento: “Si desapareciera algo de la máxima de que ´está permitido asesinar siempre que no se note´, será lo de que no se note, no lo de asesinar”. Así es MAR, y está más fuerte que nunca.