Lo irrisorio es que han acabado copando los lugares de privilegio de nuestras democráticas instituciones. Unos, entre hilillos de plastilina y viajes todo incluido, han llegado a lo más alto. Otras, sin constarles nada de su garaje, están en segundo escalón de la feria. Otras, de carambola y entre peras y manzanas, se hacen con el bastón y el collar madrileño. Esto por no querer ser exhaustivo, si lo fuera y llegáramos a los últimos escalones del poder podríamos disfrutar de al menos cincuenta nombres que manejarán nuestro futuro completamente enternecidos por la trama a base de regalos, bolsos, viajes, relojes etc. etc.

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