La historia de la transición española, no sólo desde el prisma cultural, sino también político, debe aún reconocer los muchos puentes que tendieron las gentes de la cultura, y especialmente del flamenco, en la construcción de la misma. En el caso del reconocimiento de la autonomía andaluza, que abrió con sus reivindicaciones las puertas a otras, figuras como el recién desaparecido Manolo Sanlúcar, por no hablar del muy desconocido padre de la cantante Clara Montes, Cristóbal Montes, que trabajó en la sombra para su consecución, debieran tener más espacio en los ensayos y reconocimientos del momento. De hecho, fue Manolo Sanlúcar quien fundó en los setenta la primera agrupación del Partido Socialista de Sanlúcar, que abandonó una vez puesto en marcha, pues no era su camino la política, aunque sí su compromiso con su tiempo, y se dedicó de nuevo de lleno a la música.  

Manuel Muñoz Alcón -su nombre real- nació en Sanlúcar de Barrameda en 1943 y desde niño tuvo relación con la guitarra flamenca por influencia de su padre, Isidro Muñoz, gran aficionado al género. A los ocho años ya manejaba la guitarra con destreza, y ganó su primer premio al toque, y a los 13 se trasladó a Sevilla, donde comenzó a acompañar al cantaor Pepe Marchena, al que se lo recomendaron Pepe Pinto y Pastora Pavón “La Niña de los Peines”. Empezaron llamándolo “Manolito el de Sanlúcar” y fue cuando adoptó el nombre de su localidad natal como apellido artístico. Posteriormente formó pareja escénica con la Paquera de Jerez, con quien recorrió toda la geografía española. A finales de los años sesenta se trasladó a Madrid para actuar de forma regular en el tablao “Las Brujas”, por donde pasaron figuras como Terremoto, el Chato de la Isla o Romerito de Jerez. En 1968 grabó Recital Flamenco y en 1972 debutó en el Ateneo de Madrid. Por estas fechas ya había grabado también la trilogía Mundo y Forma de la Guitarra Flamenca

No sólo era un intérprete y compositor, sino un experimentador y teórico del flamenco que incorporaba al género elementos de la llamada “música ligera”, algo que le convirtió en uno de los guitarristas más populares y renovadores del género junto a Paco de Lucía. Entre su más de una veintena de discos, en 1988 firmó Tauromagia, dedicada a diez figuras relacionadas con el mundo de los toros. Con Rocío Jurado y Juan Peña Lebrijano grabó la primera ópera andaluza, Evangelio gitano, que él mismo compuso, interpretó, dirigió y produjo en 1981. Entre sus numerosas actuaciones destacaron las del Teatro Carnegie Hall de Nueva York en 1990 y su estreno en Japón de la obra sinfónica Aljibe (1992), un poema sinfónico de letra y música suyas, con una excelente acogida. Participó en el II Festival Internacional de Flamenco de París en 2006 y dos años más tarde interpretó, junto a la Orquesta Sinfónica de Córdoba, La voz del color en el Auditorio Nacional de Música, obra en la que homenajeaba con percusiones y coros la obra pictórica del pintor sevillano Ressendi. Considerado uno de los artífices de la renovación del arte flamenco, entre sus principales composiciones destacaron Medea, producida para el Ballet Nacional y que adaptó para guitarra años más tarde, o Locura de briso y trino (1998), en honor a Lorca. Un caso excepcional es Música para ocho monumentos, obra sinfónica encargada por la Junta de Andalucía en 1991 y que el guitarrista terminó tras 18 años de trabajo. En 2010, inauguró el Festival Suma Flamenca en los Teatros del Canal, que supuso su vuelta a los escenarios madrileños tras años de ausencia. Con una técnica paseada por más de 50 países, Manolo Sanlúcar también fue autor de la música de la tragedia en verso de Rafael Alberti, La Gallarda (1992) y director musical de la película Sevillanas (1992), dirigida por Carlos Saura, con quien repitió colaboración en Iberia (2005) y Flamenco, flamenco (2009). También de especial relevancia fue Mariana Pineda (2003), obra que compuso para la bailaora Sara Baras y con la que ésta cosechó gran éxito profesional.

Se dedicó también a la enseñanza y criticó que el flamenco no fuera una asignatura de conservatorio, al tiempo que defendió la necesidad de una enseñanza "reglada y protegida" del mismo. En 2005 publicó La guitarra flamenca. Teorías y sistemas al que siguió la autobiografía Manolo Sanlúcar: El alma compartida, en 2008. En julio de 2013 anunció de forma inesperada su retirada de los escenarios durante el Festival Internacional de Música y Danza de la Cueva de Nerja. Se quería dedicar, dijo, a crear una enciclopedia audiovisual sobre el flamenco que finalmente vio la luz en noviembre de 2021 con el título La Guitarra Flamenca, Manolo Sanlúcar. Su obra fue tan reconocida que en noviembre de 2019 se publicó el documental Manolo Sanlúcar: el legado, dirigido por Juanma Suárez. Tuvo ocho candidaturas a los Goya 2020 y fue premiado con el Imaginera 2019 por el Centro de Estudios Andaluces en el marco del Festival de Cine de Sevilla, por lo que fue reconocido con el Premio Nacional de Flamenco en 2021. Con él se va una figura clave de la historia de la cultura flamenca, es decir de la cultura española con mayúsculas, y un silencioso ciudadano, comprometido con la construcción democrática de nuestro país. Como le oí decir a un flamenco, al querido poeta y flamencólogo Félix Grande, y tampoco Félix está ya entre nosotros: “Se nos está muriendo gente que no se nos había muerto nunca” y que además eran muy necesarias en tiempos de mezquindades, mercachifles, y falta de amplitud de miras por el interés general de nuestra sociedad.