A lo largo de los últimos años la utilización del Fondo de Reserva de la Seguridad Social para hacer frente a las obligaciones corrientes del sistema de pensiones se ha convertido en algo habitual.  Primero fue una vez al año, a partir de 2012, para convertirse después en un recurso usado, más o menos, cada seis meses coincidiendo aproximadamente con el devengo de la paga extraordinaria de verano y navidad.

Vaciar la hucha

Cada vez que se produce una disposición del Fondo de Reserva, el debate surge inmediatamente y, de una u otra forma, todos se preguntan hasta qué punto el sistema español de pensiones podrá hacer frente a sus compromisos a medio y largo plazo y qué ocurrirá cuando el Fondo sea totalmente consumido.

No deja de resultar paradójico que sea el actual Gobierno quien haya gastado en cuatro años más de la mitad de las reservas del sistema de pensiones tras haber calificado al anterior gobierno de despilfarrador e imprevisor en cada ocasión en que apelaba a la historia reciente. El presidente en funciones nos advirtió a todos en el discurso de su investidura en diciembre de 2011 que no volvería a hablar de la herencia recibida. No ha dejado de hacerlo en estos años con esa forma displicente que le caracteriza, pero todavía estamos esperando la ocasión para que nos diga que han sido las reservas disponibles en el sistema español de seguridad social (alrededor de 67.000 millones en 2011) las que han permitido pagar las pensiones durante estos años sin tener que elevar los tipos de cotización a cargo de empresarios y trabajadores (que se mantienen estables tras ocho años de crisis). Es verdad que hoy todos los ciudadanos españoles lo saben, pero no hubiera sobrado comprobar que también el Presidente del Gobierno en funciones lo sabía y lo reconocía.

Bueno para los enemigos de lo público

Para los enemigos del sistema público de pensiones la desaparición del Fondo de Reserva –algo que, si nadie lo remedia, ocurrirá a comienzos del año 2018- vendría a ser la mejor muestra de la inviabilidad del sistema de pensiones. Es verdad que este tipo de diagnóstico no es nuevo. Lo llevan haciendo hace décadas y forma parte del mismo tipo de retórica que siempre ha cuestionado los mejores instrumentos del Estado de Bienestar. Para ellos siempre es mejor un mundo en el que la sanidad universal, la protección por desempleo o los servicios sociales sean bienes públicos limitados. Nunca les ha importado demasiado que hayamos aprendido que el mercado no los produce ni mejor ni más eficientemente que el Estado.

Los ciclos

En un sistema de reparto –en el que las pensiones de cada momento son financiadas a través de una contribución sobre las rentas o sobre los salarios de los activos- la lógica de la existencia de un Fondo de Reserva es bastante intuitiva. Cuando la economía crece y mejoran el empleo y los salarios –y de esa forma lo hacen también los ingresos del sistema- podrían reducirse los tipos de cotización cuando los ingresos son mayores que el gasto.

Pero en el ciclo bajo ocurriría lo contrario: si los ingresos son inferiores a los gastos lo que habría que hacer es elevar el tipo de cotización para equilibrar financieramente el sistema. De ahí que sea mejor mantener los tipos de cotización, en lugar de bajarlos, incluso cuando sobran ingresos, y poder así no ser obligado a subir las cotizaciones en el ciclo bajo cuando el empleo desciende y los ingresos son insuficientes para financiar el gasto en pensiones.

Esa es la función del Fondo de Reserva: guardar el exceso de ingresos durante las fases alcistas del ciclo económico para emplearlas en las fases bajas buscando fijar un tipo de cotización estable a lo largo del conjunto del ciclo. 

Los datos

Su funcionamiento práctico en España se puede analizar a través de la evolución de los ingresos y gastos del sistema de pensiones durante el presente siglo. Entre el 2000 y el 2008 el crecimiento medio de los ingresos por cotizaciones superó al incremento del gasto en pensiones en algo más del 1% de media anual. En este periodo, el gasto en pensiones subió de manera intensa (especialmente en el periodo 2004-2008 en el que se hizo un importante esfuerzo de revalorización de las pensiones mínimas) hasta alcanzar en 2008 algo más de 86.000 millones. Sin embargo, los ingresos por cotizaciones crecieron en mayor medida: en los primeros ocho años de siglo pasaron de 60.539 millones en el año 2000 hasta superar los 108.103 millones en 2008. De esta forma, el excedente entre ingresos y gastos pudo conformar un fondo de Reserva que llegó a alcanzar en 2011, su nivel máximo, algo más de 67.000 millones de euros (Cuadro 1).

Cuadro 1.

 INGRESOS Y GASTOS DEL SISTEMA DE PENSIONES (2000-2008)

 

 Impacto de la crisis y bajos salarios

A partir del año 2008 el impacto de la crisis hace que la evolución del sistema se invierta. Los gastos siguen creciendo, aunque a un ritmo medio inferior como consecuencia del menor importe de la revalorización anual que comenzó a  beneficiarse de la menor tasa de inflación.

Pero los ingresos sufrieron un intenso desplome,  especialmente acusado en los años 2012 y 2013 como consecuencia de la devaluación salarial llevada a cabo en esos años tras la Reforma Laboral de 2012.

En el periodo 2008-2011 la caída de los ingresos se explica íntegramente por la caída del empleo. Pero a partir de 2012 la evolución de los ingresos está directamente vinculada a la caída de las bases de cotización.

Son los más bajos salarios los que explican la reducción del nivel de ingresos. La caída de los ingresos en 2013 y 2014 es muy superior a la caída de la afiliación lo que indica que las bases de cotización se deterioran y cuando los ingresos vuelven a mejorar en 2014 y 2015 lo hacen por debajo del crecimiento de los afiliados lo que viene a mostrar nuevamente la reducción de las bases medias de cotización en dichos años.