La imputación de doña Cristina no ha caído bien en los foros de la Caverna. No ha caído bien, les decía, porque tanto La Razón de Marhuenda como las páginas de Rubido – director de ABC – han puesto "a parir" a Castro por cuestionar la "honorabilidad" de la Infanta. Las declaraciones que hizo la hija del exrey, el pasado mes de enero, al juez instructor del caso Nóos se basaron en evasivas, monosílabos y gestos de sorpresa; como si esa "película" – los negocietes de su marido – no fueran con su persona o, dicho de otro modo, como si en "los diálogos de su matrimonio", el trabajo de Iñaki fuese tabú de puertas para adentro. No olvidemos, que don Juan Carlos, ya advirtió a su yerno que se dejase de "tonterías", puesto que estos flirteos entre negocios y monarquía no iban a traer nada bueno para la Casa Real. Tanto es así, que el matrimonio vivió durante un tiempo en Washington para evitar, entre otras cosas, manchar la idílica labor de S.M., al frente de la Corona, durante sus tres décadas y pico de reinado.

Las argumentaciones de Castro para imputar a la Infanta se basan, principalmente, en el sentido común y en la existencia de una "colaboración silenciosa" entre doña Cristina y su marido al frente de Nóos. Si Iñaki Urdangarin no hubiese sido el esposo de la Infanta, o sea el yerno del exrey, probablemente otro gallo cantaría, hoy, en los corrales de la Zarzuela. Es, precisamente, el vínculo sentimental entre el duque de Palma y su señora, el que sirvió a él y a su socio – Diego Torres – para hacer "negocios de paja" a costa de la Monarquía. Probablemente, doña Cristina se dejó llevar por las brisas del dinero y el talento de su esposo. Probablemente, firmó con la ingenuidad de una niña, los papeles que le ponía encima de la mesa su marido. Ahora bien, lo cierto y verdad, queridísimos lectores, es que si el juez Castro no tuviese indicios jurídicos para imputar y, posiblemente, procesar a Cristina no lo hubiere hecho. No lo hubiere hecho, les decía, porque obrar de tal manera, en la jerga de las togas, se llama "prevaricar". Y no creo, – creemos – que este señor haya prevaricado por una cuestión de narcisismo mediático, como algunos medios han subrayado.

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