Mariano José de Larra escribió un excelente artículo titulado Corridas de Toros, que expone un documentado itinerario por la historia de la denominada fiesta nacional y se inicia con esta reflexión: Los españoles sucesores de Pelayo, vencedores de una gran parte de los reyezuelos moros que habían poseído media España, ya reconquistada, tomaron de sus conquistadores en un principio, (…) estas fiestas, cuya atrocidad era entonces disculpable, pues entretenía el valor ardiente de los guerreros (…) ” No estaba, como ven, el ilustre periodista a favor de la tauromaquia.

De muy atrás viene por tanto la discusión entre taurinos y detractores del denominado arte de Cúchares, torero de principios del siglo XIX´ que revolucionó las suertes de la lidia. Los gobiernos de la derecha, pero no sólo, siempre han alentado y protegido el sector, en el que está patente los intereses económicos.

La izquierda tradicionalmente ha dejado hacer, a excepción de algunas Comunidades Autónomas. Hasta que en el gobierno se ha articulado una coalición entre socialistas y Unidas Podemos, formación en cuyo ideario figura una fuerte oposición a que la muerte de un toro en un ruedo, sea motivo de diversión.

Esta postura ha molestado a los aficionados, a los que viven de ese espectáculo lamentable y a los interesados en el sector que ven peligrar su negocio.

Empresarios y toreros vieron con disgusto la asignación del departamento de Bienestar Animal a la vicepresidencia de Pablo Iglesias. “Es muy mala noticia para España y para toda la familia taurina”, declaraba en enero al conservador diario ABC, el ganadero José Luis Lozano, voz cualificada del sector.

Al grito de “¡los toros son cultura!”, se han producido diferentes manifestaciones en ese sentido. Pero ¿son cultura? Los toros, como sinónimo de España, es otra de esas nefastas referencias que nos ha dado en el extranjero una imagen de pueblo salvaje.

El pasado viernes, la ministra de Trabajo Yolanda Díaz sufrió en Toledo lo que se ha calificado de escrache pero que alcanzó, a lo que parece, la categoría de agresión cuando un grupo compuesto supuestamente por trabajadores del gremio, llegaron incluso a golpear el automóvil en que se desplazaba al grito de “golfa de m.….” y otras lindezas cultas y edificantes. Justificaban su enfado en que no estaban incluidos en el decreto de medidas de protección económica frente al COVID 19.

Más tarde, el propio torero Cayetano Rivera se manifestó contrario a tal acción. Larra se ratificaría hoy en que los toros han perdido su primitiva nobleza y han pasado de la idea de constituir una prueba del valor español a serlo de barbarie y ferocidad. Me gustaría leer lo que diría de esos taurinos cuando insultan y golpean. Seguro que iría más allá y apuntaría hacia los que no se dejan ver, aferrados a sus ganancias, parapetados en el burladero.