Ser o no ser, ésa es la cuestión. Hamlet dudaba entre si era más noble aceptar los golpes de una injusta fortuna o actuar oponiéndose a los acontecimientos desgraciados.  En ese dilema parece estar Ciudadanos, que deshoja la margarita de Vox. Mientras, el Partido Popular, que no ha dudado ni un momento en entregarse a Santiago Abascal con su mejor sonrisa, está dispuesto incluso a admitir lo que sea preciso. También, sus excesos de corte fascista.

¿Pero, pensará Albert Rivera que un entendimiento indirecto con Vox le va a resultar gratis? Hace doce años que se  estrenó como diputado en el Parlament de Catalunya sin apenas tocar pelota y, ahora, desde un imaginado centro liberal y un potente grupo en el Congreso, le tienta tirarse al  monte.

En el mejor estilo chulesco, Santiago Abascal va derecho a cumplir su programa. Ya ha empezado con los ataques a la libertad de expresión, que no admite, salvo en las publicaciones que le son favorables y que, casi al completo, son de tinte cavernario. Que no es el caso de ElPlural.com, el digital fundado por mí que ya cumplió trece años.

Las acciones de Vox contra algunos medios informativos no se han hecho esperar. Comenzó en la campaña electoral expulsando de su sede a la revista Contexto  y dejando fuera a las cámaras de laSexta, cadena televisiva  a la que volvió a censurar en una de sus primeras ruedas de prensa tras las elecciones, al impedir las preguntas del periodista José Enrique Monrosi en el programa Al Rojo Vivo. Éste comentó en directo: “Han decidido quitarnos el micrófono de las manos literalmente”. “A la Sexta no le va a gobernar el miedo,” fue la reacción del programa.

Así empiezan los fascismos, callando la boca a aquellos que no son de su agrado. Como también ha pasado con el ElPlural.com hace un par de días, cuando le quitaron la palabra a José María Garrido, colaborador de este diario,cuando preguntaba sobre el posicionamiento ideológico del partido que ha conseguido doces escaños en el Parlamento andaluz.

Así empiezan los fascismos, callando la boca a aquellos que no son de su agrado.

Por supuesto, aquí Vox ha dado con hueso. No hay peor postura que la coacción hacia un medio independiente y democrático que sabe que su deber es informar en cumplimiento de un derecho fundamental de los ciudadanos.

El que desgraciadamente no tiene demasiado clara esa obligación, recogida en el artículo 20 de la Constitución, es el secretario general del PP, Teodoro García Egea. Parece dispuesto a estudiar la propuesta de Abascal de cerrar Canal Sur, la cadena pública de televisión en Andalucía. Teo ha salido por la tangente, diciendo algo así como que prefiere prescindir de Canal Sur pero disponer de endoscopios en los hospitales de Almería. Una buena muestra de cuando se mezcla el tocino con la velocidad. Pero, el que manda, manda.

¿Se pondrá también Albert Rivera del lado de los censores? Ese dilema le puede estar afectando, como a Hamlet en la obra de William Shakespeare, cuando el mal ya estaba hecho.