Me temo que la derecha española actual no conoce este vocablo o que, quizás, le conozca muy bien pero desvirtúe a su antojo su significado  convirtiéndole en cómplice de sus intereses. Porque si hay algo que no aparece en el discurso ideológico y mediático del partido de la gaviota (ave, por cierto, carroñera) es precisamente la imparcialidad. Su discurso es parcial, engañoso, sesgado, cínico, demagógico y sectario.

Parece que compitieran consigo mismos en alcanzar la mayor cota imaginable de disparates verbales. Utilizan consignas prefabricadas que repiten machaconamente, por más que sean de un absurdo difícil de digerir. Recordemos, por poner algunos ejemplos, “Zapatero vende Navarra” (Navarra sigue en su sitio), o el archiconocido “España se rompe” (España sigue entera, o casi, porque la burbuja aznariana casi se la carga), o “El gobierno negocia con ETA” (el gobierno Aznar sí negoció, y sin tapujos).

Parece como que el PP se dedicara a vocear las consignas que unos guionistas macabros y de imaginación pobre y calenturienta les prepararan en su oficio de hacerles recuperar el botín perdido, es decir, a toda costa, a costa de lo que sea. Y vocean esas consignas en los medios, los propios y los ajenos, como papagayos a sueldo que articulan sonidos sin saber lo que significan, o sabiéndolo, lo cual es más grave; de ahí que sea más que frecuente que sean incapaces de ofrecer razonamientos coherentes, explicaciones sensatas a sus acusaciones, argumentos lógicos y demostrables sobre las “barbaridades” que llegan a verter desde sus tribunas. En estos días la consigna parece ser la denuncia de “la manipulación y la parcialidad de los informativos de TVE”.

Resulta más que difícil encajar esta nueva “denuncia”, por más que estemos acostumbrados a este tipo de despropósitos, cuando precisamente el PP nombró a dedo a los directivos de RTVE durante las legislaturas de Aznar, entre 1996 y 2004, y cuando la actual dirección de este organismo público fue elegida de manera consensuada, y el propio PP la pactó con el PSOE; y ello porque la Ley de la Radio y Televisión Estatal de 5 de junio de 2006 estipula que la dirección debe ser elegida por al menos dos tercios del Congreso de los Diputados, y además dispone que los partidos políticos y los sindicatos escogen a sus representantes en el consejo de Administración. Es decir, un despropósito descomunal más teñido de un cinismo, repito, difícil de digerir.

Si a esto le añadimos la “imparcialidad” que el PP le pone a las televisiones públicas de las Comunidades donde gobierna (para muestra, el “botón” de los informativos de Telemadrid dirigidos por Sánchez Dragó y Tertsh), pues el cinismo pepero llega a cotas inimaginables. Supongo que en el PP nos toman a los ciudadanos por poco menos que oligofrénicos, y supongo que ese cinismo mayúsculo y ese terrorismo dialéctico del que hacen gala algún día, alguna vez, les pasará factura.

Coral Bravo es Doctora en Filología