El problema de la coalición Por Andalucía y del grupo parlamentario de cinco no es únicamente que en ambos parece haber más jefes que indios, sino que no hay manera de saber quiénes son jefes y quiénes indios, pues el partido que es mayoritario en el minigrupo parlamentario –Podemos: tres de cinco– es sin embargo minoritario en la coalición –seis marcas: dos partidos, un partidito y tres partidetes–, lo cual complica mucho las cosas tanto a la hora de echar las cuentas sobre el poder real de cada uno como a la de hacer predicciones sobre cómo diablos acabará todo esto.

El mejor retrato de lo que está ocurriendo en Por Andalucía podría ser esta historia con aires de fábula pero absolutamente verídica:

Circulaba hace años por la estepa manchega la historia de dos hermanos que, viviendo en la misma casa familiar, no se dirigieron la palabra durante años porque, tras la muerte de sus padres, habían reñido al no ponerse de acuerdo sobre a cuál de los dos le correspondía la propiedad y disfrute de una bombona de butano que los progenitores les dejaron en herencia junto con la modestísima vivienda y los pocos y tristes muebles que había en ella.

Uno alegaba en su favor que él era el de más edad de los dos, mientras que el otro esgrimía una contribución con su trabajo al patrimonio familiar superior a la del primogénito. La bombona de la discordia quedó arrumbada en un rincón y nunca fue recargada: ambos prefirieron pasar frío cuando escaseaba la leña antes que dar uso a la estufa de butano que podría haberlos calentado en las largas noches del invierno mesetario.

Tras fallecer el mayor, el hermano que quedó vivo acudió al punto de distribución de butano para recargar su bombona y darle por fin el uso que ambos le habían negado durante décadas. Fue entonces cuando le informaron de que hacía años que tales recipientes habian quedado obsoletos y fuera de circulación.