El sketch de TV3 sobre la Virgen del Rocío y los tuits habituales cada Semana Santa, en la que usuarios se posicionan contra la religiosidad y el fervor de las calles, pretenden desvirtuar la tradición de nuestro país y ridiculizar algo tan antiguo como la fe.

Doscientas mil personas siguen a Fonsi Loaiza en Twitter. Les presupongo interés en lo que este periodista escribe. En uno de sus últimos tuits, con un vídeo de una virgen en procesión, apunta: «No es una película de Berlanga, es España en el siglo XXI». Se refiere a la Carrerita de Villanueva de la Serena, en Badajoz, en la que la imagen de la Virgen de la Aurora se ha encontrado en la plaza de España con la del Cristo Resucitado. Una fiesta declarada de interés turístico regional. Una tradición del siglo XIX. Una expresión popular que a Fonsi no le ha gustado, por lo que sea. Y que pretende satirizar en redes sociales para aplausos y diversión de los suyos.

«Yo nunca sé lo que dicen mis películas ni lo que quiero. Yo digo ‘vamos a hacer una película de pobres y ricos’ pero no tengo en ese momento ningún concepto demagógico», dijo una vez Luis García Berlanga, distanciándose así de Fonsi, un pequeño titán de la demagogia y de esa noble misión tan de nuestros días que es ejercer con dedicación el rol de ´iconoplasta´. Esa modernidad que viene de vuelta de todo, edadista, adanista y pelapajarista, que ven incultura en el fervor y ven cultura en el último libro insoportablemente retorcido y vacío que le recomienda un amigo que usa gafas redondas, bermudas y camisas hawaianas del C&A. Las vírgenes no, pero a tope con Wes Anderson.

Escribió Fernando Savater algo que me hizo pensar: «Las religiones también son como el vino: hay gente a la que le sienta mal y gente a la que le sienta bien. Hay personas que con dos copas se vuelven locuaces, abiertas y desinhibidas; otros se vuelven brutos y groseros con la misma cantidad. Con la religión, hay gente que mejora y se purifica y para otros es una fuente de resentimiento, mojigatería y condena a los demás». Porque no sólo son las religiones las que tanta maldad o bondad esconden, sino a veces, la propia intelectualidad. La intelectualidad es una herramienta, un cucharón que algunos confunden con el propio puchero.

Se habla mucho de lo tontos que pueden llegar a ser los devotos de una virgen, pero pocas veces de lo tontos que pueden llegar a ser los que leen libros gordísimos y sesudísimos. La idiotez no es patrimonio exclusivo de la fe, ni de las personas tradicionales, ni de los que aún viven en el pueblo… la idiotez campa a sus anchas por las cafeterías elegantes y los corrillos literarios, por los humoristas transgresores y por los gurús de la progresía.

La vulgaridad puede ser policromada, pero sigue siendo vulgaridad. Y el humor de TV3 es vulgar, y no tiene gracia, y me insulta más como contribuyente que como católico. Que la televisión pública se dedique a esto me irrita. Y lo de Fonsi, que no es sólo él, sino ejercicio habitual de la izquierda tuitera de este país acomplejado y cainita, directamente, me asquea.

Para el respeto hay que tener altura moral y fondo ideológico. Estos pintamonas no tienen ni lo uno ni lo otro. Se deben a sus anónimos palmeros. Cuestionan lo evidente y aplauden lo que toca. Iconoplastas. Pesadísimos. De verdad, una pandilla ociosa que vive enamorada de sí misma. Que cree que abrir un libro es un ejercicio de superioridad. Que ni saben ni quieren conocer lo que somos, de dónde vinimos y hacia dónde debemos ir. Van de intelectuales y solo son flores de cactus. Mañana no estarán. No dejarán nada para la posteridad. Sus aplaudidos tuits serán un refugio efímero para sus egos. Y luego la nada. Porque el odio sólo engendra olvido.

Me aburre Fonsi, me aburre TV3, me aburre toda esa patulea que le dicen a la gente lo que debe sentir, a quién debe rezar, cómo deben expresarlo. Y esto no lo digo como devoto ofendido, que mis únicas devociones son mis hijos y el Betis, sino como ciudadano cansado. España está donde está por una maravillosa mezcla de religiosidad, de ateísmo, de sentimentalidad y de esperanza. Avanzamos juntos, como podemos, pero avanzamos. Somos lo que somos por lo que otros construyeron antes. El mundo no lo inventó Michel Houellebecq. «En esta vida se puede ser todo menos coñazo», dijo Michi Panero. A quien corresponda.