Teresita Jordà es como la mascota de Scottex del independentismo catalán, solo que en versión cutre, percherona y rusticana. Sin gracia. Teresita Jordà es una señora que dice proteger las berenjenas y los repollos, o sea, que más o menos es la consellera de Agricultura de Catalunya, aunque los productos que ella elogia son, mayormente, productos con legítimo código de barras secesionista.

Teresita Jordà acepta todas las cookies ideológicas que Torra et alii imponen a quien pretenda navegar sin demasiados naufragios en el imaginario —y proceloso— país del punto cat. De hecho, con la Jordà los próceres del procés no han tenido que esforzarse para adoctrinarla en la hispanofobia, que ella ya venía con su airbag antiespañol de fábrica y cencerreando consignas en las redes insociales. Pues no en vano esta Bartolomé de las Casas, que defiende los derechos de las berzas aborígenes frente al imperialismo de golilla de los garbanzos de Fuentesaúco, milita en Esquerra Republicana, un partido que unas veces juega a la comba con Pedro Sánchez y casi siempre, al escondite (recuerden su negativa a aprobar los Presupuestos, no hace muchas lunas).

Bueno, pues resulta que Teresita, ninfa de los calçots al forn y cariátide de los frutales leridanos, se nos ha aparecido en Instagram publicitando, con una sonrisa dentarrona y un dedito pedagógico, la cerveza artesana que va a desbancar a la ratafía con que don Quim pretende construir el soberanismo etílico catalán.

La cerveza en cuestión exhibe en la etiqueta una estelada y un lema de lo más multicultural: Fuck Spain. Un eslogan que le hace mucha gracia a Teresita, como a los niños las palabras pis y culo, y por eso lo celebra con una hilaridad un poco histeroide y parvularia. De vivir hoy, Piaget debería plantearse de nuevo las etapas madurativas de la infancia.

En cualquier caso, con Piaget o sin él, poco lúcida demuestra ser la Jordà. Su actitud de buscarruidos lo único que ha logrado, estupidez aparte, es patologizar —aún más— la vida política española, que no levanta cabeza del diván freudiano. “¿Habría soltado la consellera la misma risotada si, en lugar de Spain, hubieran escrito Catalonia?”, se preguntan algunos. Y se contestan que, de haber sucedido así, el caso ya estaría en la Fiscalía.

No sé si las ronchas indepes picarían tanto, pero lo que está muy clarito es que denigrar lo español por sistema es una moda que no se restringe a las bardas del corral ibérico. En los Estados Unidos, por ejemplo, se aplaude cuando un palurdo doblado en político decide retirar del callejero una estatua de Cristóbal Colón, “el mayor genocida de la humanidad”. Recientemente, López Obrador exigió al Rey que se disculpase por los abusos durante la conquista de México. Yo voy a pedirle en esta columna a Sánchez que abronque a Salvini no solo por lo del Open Arms, sino porque sus antepasados enviaron al general Galba a masacrar las tribus de Viriato, que en Hispania vivíamos muy bien ordeñando cabras y sin la obligación de traducir a Tito Livio en el instituto.

En manos de los nacionalismos, la historia es plastilina que moldea a su gusto el doliente de guardia. El caso de López Obrador es paradigmático. Ignora o finge ignorar lo que cualquier estudiante mexicano sabe: que las culturas prehispánicas, en muchísimos casos, ya no existían cuando llegaron los españoles. Sin ir más lejos, el reino yucateca de Dzibilchaltún había desaparecido antes de que Hernán Cortés pisara México. Pero supongo que para los ofendiditos su propia historia no cuenta. Supongo también que para los yanquis de sombrerazo y hamburguesa XXL con doble de colesterol y queso; para López Obrador y su cohorte de mariachis y cielitos lindos, los españoles también fueron culpables de los más de veinte mil prisioneros de guerra que, solo en 1483 —es decir, antes de la presencia del genocida Colón—, el emperador Ahuitzotl sacrificó aztecamente. Imagino que, asimismo, el navegante genovés fue el culpable de las guerras civiles precolombinas entre Cocom y Tutul Xiu.

En fin, a pesar de la defensa de la cultura hispana que hizo el premio Nobel mexicano Octavio Paz, los españoles somos la horda. Sabido esto, Teresita Jordà ya puede beberse a gusto su cerveza fuck Spain. La secundarán en sus regüeldos Trump y López Obrador.