“Estos son mis principios; si no le gustan tengo otros”, decía el gran Groucho Marx en clave de humor, pero a la vez haciendo una crítica agria del cinismo que caracteriza al menos a una parte de la especie humana. Y haciendo especial alusión, seguramente, a la política, porque muchos políticos en cuestiones de cinismo, oportunismo y deslealtad se llevan la palma.

Me ha venido a la mente esta ocurrencia célebre del gran humorista en estos últimos días ante la avalancha de titulares relativos a Venezuela y a dictaduras por parte de la derecha española.

Que Venezuela es una dictadura, para empezar, es algo, como poco, incierto. Aunque la derecha española ha convertido a la crisis política y económica venezolana en una dictadura y en el chivo expiatorio elegido para atacar a la izquierda, y especialmente a los de Podemos, relacionando continuamente a Venezuela con Iglesias o Monedero como si fueran el ogro o el hombre del saco. Es algo parecido al desprestigio del franquismo contra los demócratas y gentes de izquierda con un adjetivo sustantivado al que atribuyeron una densa carga negativa, los rojos. Paradójicamente, el ogro, el hombre del saco o el monstruo de las mil cabezas se hallan mucho más en el otro extremo de la escala política, y en otros ámbitos, pero ése es otro cantar.

En Venezuela se han convocado elecciones de manera periódica durante veinte años, y en ellas han concurrido todo tipo de formaciones políticas. Aunque los medios de comunicación de la derecha venezolana lleven años propagando difamaciones e ideas falsas sobre la situación política que viven y el Gobierno venezolano ha sufrido todo tipo de conspiraciones, además de varios golpes de Estado desde 1.998, año en que ganó las Elecciones Hugo Chávez.

Que Venezuela es una dictadura, para empezar, es algo, como poco, incierto. Aunque la derecha española ha convertido a la crisis política y económica venezolana en una dictadura y en el chivo expiatorio elegido para atacar a la izquierda

Desconozco si en Venezuela se vulneran los derechos y las libertades de los ciudadanos, pero sé con certeza de algunos, en España, que han hecho eso mismo sistemáticamente durante años, y “aquí no ha pasado nada”. Y además sé también que los Derechos Humanos se vulneran en muchísimas partes del mundo.  Y, aunque mis conocimientos de política internacional son ciertamente limitados, tengo muy despiertas y actualizadas mis capacidades de inducción y de deducción. Y es fácil deducir algunas cosas muy obvias en este asunto.

Venezuela es un país enormemente rico. Posee las reservas de petróleo más importantes del mundo, y tiene abundancia de los metales más cotizados, como oro, diamantes, coltán y hierro. Deduzco que es ése el gran “problema” de Venezuela, y es ése el motivo por el que la derecha española, fiel defensora de sus tradiciones y “valores”, se apunta al bombardeo que Estados Unidos y los lobbys capitalistas ejercen contra un país sudamericano, con gobierno socialista, que es una gallina de los huevos de oro y quieren , a costa de lo que sea, recuperar, porque las políticas bolivarianas y socialistas son, lógicamente, antiimperialistas.

Que en estos momentos hay hambre en Venezuela es innegable, especialmente por el boicot económico y el acorralamiento comercial y político a los que está siendo sometido el país. El gobierno de Trump y sus aliados, entre ellos nuestra insufrible derecha, alegan que quieren implantar libertades en Venezuela, que se vulneran los derechos humanos y que hay que erradicar la pobreza. Por un lado, me pregunto qué pasa con la pobreza y la precariedad en la que viven los españoles. Y con un mínimo de análisis y deducción, repito, concluimos que las libertades, los derechos humanos y la pobreza de los venezolanos les importan a Trump, a sus aliados, y a sus corifeos españoles, al PP y a Ciudadanos, exactamente un pepino, o puede que ni eso. Es más, en España, desde que subió al trono Aznar, en los gobiernos sucesivos de la derecha no han hecho más que eso mismo que dicen que repudian en Venezuela. La derecha en España, en las últimas dos décadas, ha vulnerado sistemáticamente los derechos humanos, ha limitado las libertades y ha aumentado enormemente la pobreza. El cinismo no puede ser mayor.

Si revisamos la prensa de los últimos años podemos ver cientos de fotografías de encuentros amistosos de Aznar, Rajoy y, por su puesto, el rey de España con dictadores y tiranos. En el mundo actual existen casi cuarenta países que viven bajo dictaduras terribles; entre ellas, por ejemplo, Marruecos y Arabia Saudí, países con los que España mantiene una estrechísima relación económica y comercial, y muy amistosa, por cierto, por las relaciones personales de los monarcas. ¿Dónde se meten los que dicen querer derechos humanos para los venezolanos a la hora de repudiar, por ejemplo, las condena a muerte de muchos saudíes por participar en manifestaciones de protesta? ¿Si tan importante son las Elecciones en el caso de Venezuela, por qué en España no se plantean lo mismo con el rey, quien llegó al poder sin las más mínimas consultas al pueblo español?, y ¿por qué PP y Ciudadanos se preocupan tanto y tanto de una “dictadura” incierta que nos queda al otro lado del mundo si a día de hoy aún no han condenado la dictadura cierta que fue el franquismo? Preguntas retóricas las tres, porque conocemos muy bien las respuestas.