Mucho peor que los malvados son los “buenos” que no hacen nada ante la maldad. Porque sobre ellos recae la responsabilidad enorme de hacer perpetuar la malignidad ante la que no actúan o contra la que no se comprometen. El filósofo Edmund Burke popularizó una sentencia que expresa esta idea perfectamente: “Para que el mal triunfe, sólo se necesita que los hombres buenos no hagan nada”. Martin Luther King dijo lo mismo con otras palabras: “No me estremece la maldad de los malos, sino la indiferencia de los buenos”.

A veces es obligado preguntarse qué puede conseguir que sociedades enteras vuelvan la mirada ante crímenes atroces que son inasumibles. Los motivos pueden ser múltiples. Un porcentaje determinado de seres humanos carecen totalmente de empatía, de conciencia, de emociones respecto del otro; son incapaces de sentir el menor atisbo de compasión, aunque hayan aprendido a aparentarla. Son los psicópatas o narcisistas extremos. Pero son un porcentaje mínimo. Los catalogados como estructurales no llegan al cuatro por cien de la humanidad. ¿Y el resto? ¿Y las personas “normales”, corrientes, en las que se presuponen, como poco, retazos de conciencia, de bondad o de sentido de la moral? ¿Cómo es posible que millones de seres humanos sean capaces de cerrar los ojos o volver la mirada ante el horror más inimaginable?

Ocurrió en el nazismo. Lo que sucedía tras los muros de los campos de concentración nazis fue tan infernal y terrible que cientos de pensadores, sociólogos, psicólogos e historiadores han intentado durante décadas entenderlo. Incluso algún superviviente, en actos de gran resiliencia, como Viktor Frankl (El hombre en busca de sentido, 1946), se hicieron psicólogos o psiquiatras para poder llegar a entender la insensibilidad y la maldad sin límites a las que puede llegar el ser humano.

Ante el horror inasumible del genocidio que se está cometiendo en Gaza, el silencio, la desidia y la inacción que está mostrando el mundo son algo más aterrador, si cabe. Una población que muere de hambre, niños desnutridos agonizando por llevar meses sin apenas comer, ante unas madres espantadas mientras ven morir a sus bebés y a sus hijos… Y todo por adueñarse de su territorio ¿Cómo es posible que el mundo mire a otro lado, mientras unos gobernantes psicópatas bloquean la ayuda humanitaria provocando conscientemente la muerte por hambre de tantos niños, de tanta gente? Ni en la peor de las pesadillas podemos imaginar un cúmulo de dolor y de terror tan espantoso, ante el cual es obligado, para la verdadera gente de bien, actuar, de uno u otro.

Global Sumud Flotilla es una coalición de organizaciones humanitarias, de médicos, artistas y profesionales de todo tipo y de personas comunes que creen en la dignidad humana y en el poder de la no violencia https://www.facebook.com/reel/1970228237136634 . Gentes particulares y asociaciones de diferentes países del mundo, de diferentes culturas e ideologías que se unen con un objetivo común muy claro, el reconocimiento de la santidad de la vida humana, la creación de un puente humanitario y la lucha por el final del asedio y el genocidio en Gaza. En junio pasado  organizaron una flota de barcos con ayuda humanitaria. El pasado día 31 de agosto una nueva flota, 24 embarcaciones cargadas de alimentos y medicinas, zarpó desde el puerto de Barcelona, y después desde otros lugares del mundo.

La ex alcaldesa de Barcelona Ada Colau dejó clara, en sus redes sociales, su participación, declarando en su post que “si los gobiernos, incluido el de España, no hacen lo posible para parar al estado criminal de Israel, lo hará la ciudadanía”. Porque ningún interés político, ni territorial, ni económico, ni ningún argumento de los psicópatas genocidas que le provocan o le apoyan, activamente o con su silencio, puede justificar de ningún modo la masacre que están llevando a cabo en esa franja que los israelíes quieren robar al Estado Palestino; la última franja, porque el resto del territorio ya se lo han usurpado, guerra tras guerra, en las últimas décadas.

Resulta curioso cómo en un supuesto lugar sagrado las guerras, el odio por cuestiones religiosas y territoriales, las masacres le convierten en el más violento del mundo; y resulta más que elocuente que el supuesto “pueblo elegido de dios” sea el más agresivo y el más inhumano, salvaje y sanguinario. Y también es bastante significativo que Israel, el Estado judío, se vertebre alrededor del judaísmo, la más antigua de las tres religiones abrahámicas, y se dedique a masacrar y a exterminar a otro pueblo en situación crítica de indefensión.  ¿Acaso su fanatismo religioso no les induce a respetar al prójimo?

Quizás sea que, como escribió hace unos días mi colega y amigo Alberto Soler, sigan de manera literal ciertas indicaciones bíblicas de una crueldad y un sadismo inasumibles: “Dijo Dios a Samuel: Ve y ataca a Amalec, y destruye todo lo que tiene; no te apiades de él: mata a hombres, mujeres, niños y aun los de pecho…” (1Samuel 15:3).

Continuamos teniendo esa brizna de esperanza en el ser humano. No todos, afortunadamente, estamos desconectados de las emociones ajenas, y sentimos la necesidad urgente de ayudar, y de visibilizar sin descanso ese genocidio espantoso que ya dura muchos meses y que es, en realidad, un genocidio contra la humanidad entera.

Coral Bravo es Doctora en Filología