No todo es lo mismo en política. Nunca lo ha sido, y menos cuando está en juego el pan de millones de trabajadores y trabajadoras en nuestro país. Las palabras importan, sobre todo cuando vienen de quien aspira a gobernar España. Alberto Núñez Feijóo ha calificado como “incremento indiscriminado” la subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI). Lo dijo sin rubor, sin pestañear, sin medir el alcance de sus palabras. Y lo dijo mientras cobra tres sueldos y acumula ingresos que multiplican casi por diez el salario que quiere congelar.

Aunque el sueldo real de Feijóo es uno de los misterios mejor guardados por el PP, ElDiario.es lo situó en 14.750 euros mensuales a mediados de 2023 y recientemente Sport ha escrito al respecto: “Feijóo percibe en torno a 177.000 euros brutos anuales: 65.184 euros como diputado, 54.600 euros como presidente del grupo parlamentario y una “retribución adicional” del PP de 57.216 euros”. El expresidente gallego podría hacer público el dato y así evitaríamos elucubraciones. En todo caso creemos no equivocarnos mucho si lo situamos por encima de 140.000 euros. Nada mal para quien se escandaliza por una subida de 50 euros mensuales a quien supera por poco los mil euros al mes. Feijóo demuestra una indecencia política inaceptable.

¿Cuándo ha vivido Feijóo con el salario mínimo?  ¿Por qué no prueba, aunque sea un mes, a pagar un alquiler, llenar la nevera, costear el transporte y los suministros con 1.184 euros? Solo así entendería que cada euro cuenta, y que para millones de personas la subida del SMI es una cuestión de supervivencia.

Pero claro, eso exigiría pisar la calle y mirar de frente a las familias que llegan justas a fin de mes. Feijóo no quiere eso. Prefiere hablar de “incremento indiscriminado”, como si mejorar la vida de los trabajadores fuera una excentricidad. No es torpeza, es estrategia. Es el PP de siempre: Rajoy, Aznar, los recortes, la precariedad.

Y no lo ocultan. Congelar el SMI sería su primera medida si gobernaran. Ya lo hicieron. En 2011, el SMI estaba en 641 euros. El gobierno del PP lo congeló en 2012, apenas lo subió en 2013 y ni lo tocó en 2014. Cuando Pedro Sánchez llegó a la Moncloa en 2018, el salario mínimo estaba en 735 euros. Hoy, tras siete años de gobierno progresista, se sitúa en 1.184 euros. Una subida histórica del 61%, que ha mejorado la vida de 2,5 millones de personas. ¿Y qué hizo el PP ante cada subida? Votó en contra.

Y mientras el PP bloquea avances sociales, sus dirigentes se suben el sueldo. Moreno Bonilla se ha subido el sueldo dos veces en un año, Ayuso cobra más que el presidente del Gobierno y Feijóo, acumula tres sueldos. La incoherencia del PP ya ni sorprende: recortes para los demás, privilegios para ellos.

La última subida del SMI, acordada en enero de 2025, elevó el salario mínimo en 50 euros mensuales y 700 euros anuales. No fue una decisión unilateral, como a la derecha le gusta sugerir. Fue fruto del diálogo social, negociado con los principales sindicatos, UGT y CCOO, y con la participación activa de los agentes sociales. El objetivo del Gobierno es claro: que en 2026 ningún trabajador en España cobre por debajo del 60% del salario medio neto, tal y como recomiendan la Unión Europea y la OCDE.

Esta política ha tenido efectos concretos. Gracias al aumento del SMI, se ha reducido la desigualdad, disminuido la brecha salarial de género —el 66% de quienes perciben el salario mínimo son mujeres— y mejorado las condiciones de la juventud trabajadora, ya que el 27% de quienes cobran el SMI son jóvenes menores de 30 años. Además, el Gobierno ha aprobado una medida complementaria clave: la exención del IRPF para los salarios más bajos, con una deducción fiscal de 340 euros para rentas de hasta 16.576 euros brutos. Un paso más hacia una España más justa.

¿Y qué hace el PP? Se opone. Como siempre. No solo en España, también en Europa. En el Parlamento Europeo votaron junto a Vox contra la directiva que propone salarios mínimos dignos en la UE. Alegan que se destruye empleo, se perjudica a las empresas, o se espanta la inversión. Argumentos falsos, desmontados una y otra vez por los datos.

La realidad es que España tiene hoy el paro más bajo en 17 años. Con casi 22 millones de personas trabajando, generamos el 30% del nuevo empleo de la eurozona, aunque solo representamos el 10% de su PIB. Todo ello con salarios más altos, más derechos laborales y más protección social.

Por eso duele escuchar a Feijóo decir que “el esfuerzo fiscal lo asumen las empresas y los trabajadores mientras el Gobierno recauda”. No, señor Feijóo. El esfuerzo lo hacen quienes cada día salen de casa a las seis de la mañana para limpiar, servir, cargar, enseñar o curar. Lo hacen quienes cobran el SMI, no quienes lo critican desde una nómina de más de 140.000 euros.

Feijóo dice que “los trabajadores no llegan a fin de mes” pero rechaza cada medida que les ayuda. Dice que las pensiones son “demasiado generosas”, mientras Ayuso plantea que quien necesite un médico lo pague. Dice que hay que derogar las prestaciones, como afirmó Aznar. Quieren un país sin red ni garantías. Solo con beneficios para unos pocos.

Frente a ese modelo, el Gobierno de Pedro Sánchez ha demostrado que otra política es posible. Valiente, útil, transformadora. Subir el salario mínimo no es un lujo: es un imperativo democrático y moral. Significa reconocer que el trabajo debe garantizar una vida digna, no solo la supervivencia.

Algunos creen que los derechos conquistados son irreversibles. No lo son. Basta con mirar atrás. Si el PP vuelve al Gobierno, ya sabemos lo que hará: recortar, congelar, privatizar. Lo han hecho antes. Lo harán de nuevo. Por eso es crucial que la ciudadanía lo tenga claro: votar al PP es votar contra el salario mínimo, los servicios públicos y la justicia social.

La pregunta no es cuánto puede subir el SMI, sino por qué alguien como Feijóo habla de sueldos ajenos con tal desprecio. Porque para entender la importancia de esa subida, no hay que mirar cifras, hay que mirar vidas. Y si hay algo que ha demostrado Pedro Sánchez es que se puede gobernar con dignidad y para la dignidad. Otros, como Feijóo, solo saben gobernar para los suyos de siempre.

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