Mientras la gran patronal alemana advertía del peligro de votar a la ultraderecha de su país encarnada en el partido AfD (Alternativa para Alemania) en las elecciones del 9 de junio, su homóloga española se fotografiaba con el ultra de los ultras, el argentino Javier Milei que vino a Madrid a la cumbre de la extrema derecha europea convocada por Vox. Que luego los empresarios españoles se hayan arrepentido de puertas para fuera, no deja en buen lugar la credibilidad corporativa de la CEOE y marca la gran diferencia cualitativa entre la clase empresarial germana y la hispana.

La campaña electoral europea nos ha dejado en la última semana otros falsos arrepentimientos, como el del partido de Le Pen en Francia y la Liga de Matteo Salvini en Italia de sus simpatías hacia los ultras alemanes de la AfD, a raíz de las declaraciones pronazis de su cabeza de lista para las europeas. 

Que los bancos y los fondos siguen invirtiendo en las energías fósiles ya no es ningún secreto, pese a sus campañas publicitarias de lavado de imagen con mensajes verdes. Algo  similar ocurre con la lucha contra la desinformación en la que el compromiso de las grandes empresas brilla por su ausencia. Mantienen sus campañas publicitarias en webs y plataformas difusoras de mentiras y airean libros como Libertad o tiranía: Agenda 2030 de Cristina Martín Jiménez, un compendio de bulos negacionistas, promocionado estos días en las librerías de El Corte Inglés.

Estamos muy acostumbrados a las disculpas de los políticos por sus excesos verbales e insultos hacia sus adversarios, siempre con la boca pequeña, hasta el punto de que ya nadie las tiene en cuenta. Pero, ahora, estamos en una nueva fase, la de

los arrepentimientos corporativos de partidos y corporaciones. 

Hay arrepentimientos explícitos como los ya citados y otros muchos implícitos como, por ejemplo, el del Partido Popular sobre su apuesta programática por la existencia de un estado palestino y que, ahora, no ve conveniente su reconocimiento por el Gobierno de España. 

La derecha en España y en Europa parece arrepentirse ahora de sus apoyos al Pacto Verde y otras normas ecológicas y sociales. Y se puede pensar que sus respaldos anteriores a leyes consensuadas con socialdemócratas y liberales fueron grandes mentiras.