Once y media de la mañana del sábado, 27 de septiembre de 2025, un hombre en la treintena de aspecto desaliñado camina a paso rápido por la Alameda de Hércules de Sevilla, con cara de enfado y hablando solo en voz alta: "El tito Abascal tiene que venir y acabar con los que han convertido este país en el mayor comedor social de Europa. Sí, esto es para coger una escopeta y pum, pum... terminar con todo". Dicho esto, recoge una colilla del suelo, la manosea un poco y se la lleva a la comisura de los labios.
Sobra decir que por su indumentaria y su comportamiento no sé si era un facha pobre o un pobre facha con problemas de salud mental. Pero, sí sé que su monólogo constituye un botón de muestra de cómo ha calado entre los hombres cabreados y sin recursos el discurso de Vox que culpabiliza a otros más pobres, los inmigrantes, de su pobreza.
En las pocas frases cogidas al vuelo en el escaso trayecto compartido se condensan algunas de las ideas-fuerza que conforman el discurso de la ultraderecha global: el migrante es el enemigo, el culpable de todo y más pronto que tarde habrá que recurrir a la violencia, aunque se lleve por delante el sistema democrático.
Es duro, es triste, que se le haya comprado a los dictadores como Putin, Trump, Netanyahu, y otros muchos que la solución es imitarles y rearmarse. Para ellos, las pensiones, la sanidad y la educación públicas no son sostenibles, pero sí lo son las bombas y los misiles que arrasan a diario lo poco que queda en pie en Gaza.
Lo mismo que la invasión de Ucrania, a costa de la decadencia económica de la población rusa y la eliminación de todas las libertades civiles. Los que pensamos que la igualdad es un bien a promover y defender y que los problemas locales requieren, también, soluciones globales, tenemos que oponernos al antiglobalismo ultra que solo respeta la ley del más fuerte, del más rico, del más poderoso.
Los organismos internacionales y sus normas y leyes han servido para que la humanidad progrese, pero ahora la Internacional Reaccionaria se ha propuesto retirarles la financiación, desmantelarlos e intentar su eliminación en nombre de la supuesta libertad secuestrada por ellos para mandarnos a todos al mismísimo carajo.
Y no quiero terminar sin incluir una fe de deseos: quiero una Palestina libre de Hamás y de la ocupación israelí que está masacrando a sus ciudadanos, una Ucrania libre del invasor ruso, unos EE UU sin Trump y su perversión de la democracia, una Cuba democrática, una Nicaragua libre del dictador Ortega, una Venezuela con elecciones libres, una Argentina sin Milei y su ruinosa motosierra, un Irán sin teocracia islámica y un Afganistán donde las mujeres tengan derechos humanos y no sean esclavas. Todo ello sin olvidarme de Haití, Nigeria, Sudán y el Sahel, donde las armas se imponen en amplias zonas de sus devastados territorios.