Si no se hubiera sabido de antemano que el presidente aragonés Javier Lambán es socialista, pocos habrían llegado a esa conclusión tras escuchar ayer sus declaraciones durante la rueda de prensa compartida con el presidente andaluz Juan Manuel Moreno, a quien muchos habrían tomado por el más socialista de los dos. Quien elogió sin complejos la “figura de dimensión histórica” del socialista Felipe González y su contribución a “transformar social y económicamente” España y Andalucía no fue el socialista Lambán, sino el conservador Moreno.

La práctica institucional de Moreno de tender puentes y buscar complicidades con presidentes autonómicos del PSOE prueba la inteligencia política de los estrategas de San Telmo. Ya la desplegaron el año pasado con el valenciano Ximo Puig y les salió bien; acaban de repetir la jugada con el aragonés Javier Lambán y les ha salido mejor.

Ciertamente, será imposible que un Aragón despoblado y una Andalucía de gran fortaleza demográfica se pongan de acuerdo a la hora de la verdad, que será la hora en que comience a discutirse en serio de financiación autonómica, pero ello no resta valor político y alcance propagandístico a los encuentros de Moreno con sus homólogos socialistas.

Nada cabe en ese sentido reprochar al presidente andaluz; más bien todo lo contrario: todo lo que favorezca la distensión territorial y el entendimiento entre autonomías más allá de su color político es acogido con alivio por una ciudadanía hastiada de unas luchas intestinas entre los partidos que acaban echándola en brazos de los salvapatrias populistas que dicen estar más allá de los partidos y de la política.

Lambán, sin embargo, en su comparecencia de ayer debió mostrar mayor sensibilidad y empatía con sus compañeros de partido de Andalucía, que bastante tienen ya de por sí los pobres con lo suyo. No pareció socialista al repetir el que viene siendo uno de los mantras propagandísticos del Gobierno conservador de Moreno: “En pocos años, Andalucía se convertirá en la comunidad líder económicamente de España”. Para no hacerle un favor al PP y al mismo tiempo no mostrarse descortés con su anfitrión, habría bastado con que Lambán formulara esa misma idea con palabras menos incompatibles con la estrategia y las necesidades de sus apurados camaradas andaluces.

En su argumentación, el líder aragonés recordó la “desafortunada historia de Andalucía en los últimos siglos” como causa de su atraso, pero no dijo ni una palabra de la modernización económica y social experimentada por la comunidad en las últimas décadas gracias a la gestión de sus compañeros de partido. Puede que tal olvido fuera meramente una torpeza, pero el hecho mismo de producirse es síntoma de que la cohesión y la hermandad dentro del Partido Socialista son cosa del pasado.