A principios del siglo XX, Hoover había conseguido amasar una gran fortuna. Afectado por la pobreza en Europa y en su propio país, los Estados Unidos, se convirtió en un filántropo y se sumergió en el vocacional mundo de la política.

Hombre culto, tradujo en 1912 junto a su mujer Re Metalica, la obra del alquimista alemán Georgius Agricola (1494-1555). Su fama de buen gestor y su capacidad filantrópica le otorgaron un enorme prestigio social. Metódico, ordenado, buena persona y recto de hábitos (le faltaba ser de Pontevedra).

Por todo ello el Partido Republicano le presentó a las elecciones de 1928. Una campaña en la que por su rectitud y excesiva religiosidad, defendió la Ley Seca frente a su detractor, el candidato demócrata, irlandés, católico, Al Smith. Ganó Hoover.

Ganó pero le sorprendió el crack de octubre de 1929. Incapaz de atisbar el incremento de los precios de los activos durante la década de los veinte, fue sorprendido por el derrumbe del sistema. Se creyó, como Bush, capaz de frenar el crack con cuatro medidas inopinadas. Pensó que la pobreza que se acumulaba en las calles y los desahucios, tendrían, como la derecha española, que ser solucionados por la beneficencia y no por actuaciones públicas universales. Criticó las ayudas a los desempleados que pusieron en marcha los gobiernos británico y francés. Confió que el dejar hacer ultraliberal solucionaría por sí solo, como Montoro, sin intervención pública estatal, los problemas que se iban acumulando. Defendió la austeridad y la restricción: la Ley Seca también económica.

Del mismo modo nos presenta Cristóbal Montoro unos presupuestos que nacen de una restricción inicial: la sometida por la Unión Europea. El dominio conservador de los gestores de Bruselas, la miopía del Banco Central Europeo, limita el recurso al crédito por lo que, tanto el sistema financiero español como el europeo, así como el sector público de todas las administraciones, tienen que reducir sus gastos y disminuir sus déficits.

Así, Montoro se encarga de elaborar unos presupuestos que pretenden obligadamente a disminuir en 27.300 millones de euros el déficit público, desde el 8,5% al 5,8% del PIB. Sin embargo, el ministro de Hacienda de este gobierno del nuevo Hoover, lo hace de forma escasamente inteligente, daña las partidas que invierten en nuestro futuro, hunde la demanda y aboca a la nación a una mayor recesión y, como ellos mismos reconocen, a más desempleo.

No hay mejor forma para hundir la demanda agregada -y por lo tanto la actividad-, que subir los impuestos directos a los trabajadores. Así es, vía IRPF, Rajoy y Montoro pretenden recaudar 4.100 millones de euros de los bolsillos de los trabajadores y rentas medias. Le restan también a las personas jurídicas 5.350 millones de euros que redundarán, de nuevo, en un desincentivo elemental a la inversión. Y para mayor abundamiento introducen el copago jurídico.

Peor aún es su reforma de los equilibrios de gasto. Capaces de dañar a los motores del crecimiento a corto plazo (la inversión), de anular nuestra capacidad de recuperación a largo plazo (la innovación, la tecnología, la educación), de despreciar el desempleo existente o de abandonar a los más necesitados. Como Hoover, el mismo liberalismo conservador, la confianza religiosa en la recuperación endógena del capitalismo, la beneficencia para los menos favorecidos. Como Herbert Clark Hoover.

Por ese camino van unos Presupuestos capaces de reducir la inversión en 1.200 millones de euros (-20%). Renuncian al futuro disminuyendo las partidas de la innovación industrial, el Centro de Desarrollo Tecnológico Industrial (CDTI), en 422 millones de euros (-79%). Renuncian también al porvenir porque disminuyen los capítulos destinados a la Educación en 531 millones de euros (-35%).

En un país con la cifra de parados que sufre, son capaces de despreciar las políticas activas de empleo y, defendiendo que es el mercado el que tiene que decidir, entendiendo la menor intervención pública posible, como Hoover, disminuyen las partidas destinadas a este efecto en 2.458 millones de euros (-16%).

Y serán los que menos tienen, los que menos reciban. La Dependencia pasa de dotarse con 283 millones de euros, a la nada, a cero. Es la beneficencia, como Hoover, la que tiene que dar paso a la ayuda de los menos favorecidos.

Evidentemente el mercado por sí solo -como pensaba Hoover, como cree Rajoy-, no soluciona los problemas de un sistema que es capaz de fagocitarse a sí mismo. Es evidente también que la beneficencia -como creía Hoover y la derecha española-, no hace desaparecer las condiciones sociales adversas, ni disminuye los efectos de las condiciones personales adversas.

La política restrictiva, austera, parca, llevó a los Estados Unidos a la depresión. Y llevó también al austero, bueno y metódico Hoover a perder las elecciones de 1932. Las ganó el Partido Demócrata, un tal Franklin Delano Roosevelt, presidente que puso en marcha presupuestos que establecían estímulos a la producción, medidas sociales no vistas anteriormente, el New Deal, la regeneración política y económica de la nación.

Herbert Clark Hoover fue el trigésimo primer presidente de los Estados Unidos de América. Duró sólo una legislatura.

Antonio Miguel Carmona es miembro del Comité Federal del PSOE y profesor de Economía

www.antoniomiguelcarmona.wordpress.com