Decía con mucha contundencia el filósofo Karl Popper que debemos reclamar el derecho a no tolerar a los intolerantes. Porque la intolerancia es en sí misma un acto atroz de violencia. En estas dos semanas estamos siendo testigos de otra brutal campaña de acoso y derribo contra el Gobierno de España por parte de la extrema derecha. Como en todo movimiento político o social de corte intolerante o totalitario su objetivo es hacerse con el poder, sin reconocer jamás que el poder también puede ostentarlo otro; y para ello utilizan cualquier técnica que desprestigie al contrincante: difamación, cinismo, mentiras, bulos, acoso. Todo vale en la carrera por el poder y el dinero. No es nada nuevo bajo el sol; el siglo XX estuvo jalonado por terribles manifestaciones de movimientos totalitarios, como el fascismo y la monstruosidad que fue el nazismo.

A principios del siglo XXI el neoliberalismo ha supuesto, además de un recorte monumental de las democracias, el resurgimiento del totalitarismo y la ultraderechización de las derechas, es decir, el final de la derecha supuestamente democrática. El coronavirus está dejando muy en evidencia el desastre y el robo a mano armada que han sido los últimos años de neoliberalismo y de recortes en España. Y está dejando en evidencia a una Sanidad española tan desmantelada que a duras penas está pudiendo enfrentarse a esta pandemia. Las cifras están ahí: la derecha española, la que ahora reclama intervención del Estado, estuvo durante una década privatizando hasta el aire que respiramos, es decir, despojando al Estado de su capacidad de acción en todo lo que podía suponer beneficio económico para bolsillos privados: Sanidad, Educación, Servicios sociales, vivienda, cultura.

Centrándonos en la Sanidad, porque la crisis del coronavirus deja muy claro cómo los recortes del PP debilitaron de tal manera la Sanidad española que ahora está llevando al límite a los profesionales médicos, a los que quedan, porque la mitad fueron despedidos por el Partido Popular. Y ahora la derecha, para salir airosa del desastre que ella directamente ha provocado, y con la mentira, como siempre, como bandera, trata de lavar su imagen y difunde vídeos y datos engañosos que niegan los recortes que hemos vivido todos y que son más que una evidencia. ¿Es que no recuerdan a la Marea Blanca y de los profesionales reclamando que pararan los despidos y la precarización de la Sanidad pública española? ¿Acaso no tenemos memoria para, por ejemplo, recordar que Cospedal en Castilla la Mancha hasta cerró la planta de oncología infantil, dejando a los niños con cáncer sin tratamiento? Decían que no había dinero.

 En 2013 ya habían sido despedidos más de 3.000 médicos en España, por los recortes neoliberales, y más de 20.000 profesionales del personal de enfermería, como denunciaba en ese año el CGE (Consejo General de Enfermería). Y los recortes siguieron hasta el mismo día en que Rajoy dejó la presidencia del Gobierno de España, de tal manera que dejó una Sanidad pública vergonzosa y en estado tercermundista con tan sólo 3 camas de hospital por 1.000 habitantes. Según informe de la OCDE (Organización Para la Cooperación y el Desarrollo Económico) España se encuentra en este sentido a la cola de la mayoría de países europeos, incluso detrás de de Italia, Portugal o Grecia.

¿Cómo se atreven los de la derecha a decir las cosas que dicen? La consigna vuelve a ser  acosar al Gobierno de España que, está a la vista, trabaja incansablemente contra esta crisis inesperada, que está tomando medidas de todo tipo todos los días, para ayudar a todos y poder salir adelante ante la que se avecina, tanto a nivel sanitario, laboral, social y económico.

Esta crisis sanitaria afecta a buena parte del mundo. La OMS ha declarado esta crisis como pandemia mundial. Más de 70 países están afectados. Pero seguramente sea únicamente España el país en el que la oposición utiliza la pandemia para desgastar y derrocar al Gobierno. Y, para más inri, es una oposición , repito, que está exigiendo un despliegue masivo de medios y de recursos que ellos mismos desmantelaron, siempre con la excusa canalla de “no hay dinero”. La cuestión es surrealista, tanto o más que esta pandemia.

Es terrorismo político, y es un insulto no sólo contra el Gobierno de España, sino también y sobre todo contra todos los españoles en unos momentos tan trágicos, tan difíciles y tan duros.

Porque estemos en democracia no todo vale. Hay límites, o debe haberlos. Siguiendo con la Paradoja de la tolerancia de Karl Popper, en su intención de prevenir a los Estados democráticos de los totalitarismos afirmaba que cualquier movimiento que predique la intolerancia y la persecución debe estar fuera de la Ley. Porque, aunque a simple vista resulta paradójico, defender la tolerancia exige, sin paliativos, no tolerar a los intolerantes. De tal manera, espero y deseo, para hacer un cordón sanitario al neofascismo, que lo antes posible se reforme la Ley en ese respecto, y se convierta en delito fanatizar a la sociedad, defender el fascismo-franquismo o propagar el pensamiento totalitario e intolerante. Porque, si hablamos de virus, el peor virus en España, más que un virus un cáncer, es la derecha fascista en cualquiera de sus formas.

Coral Bravo es Doctora en Filología