Seguramente solo hay una cosa peor que perder dinero para ahorradores e inversores: no poder vender en el mercado sus activos financieros para volver a convertirlos en dinero contante y sonante. Estar atrapado sin poder materializar esas inversiones se convierte en una auténtica pesadilla, que no es nada infrecuente en los mercados sobre todo en momentos convulsos o de caídas pronunciadas.

Hay veces, afortunadamente muy excepcionales, que se produce por hechos dramáticos como los atentados del 11 de Septiembre contra las Torres Gemelas que provocó el cierre de Wall Street durante una semana. La falta de cotización de las acciones no solo hacía imposible la compraventa sino que también impedía que los fondos de inversión invertidos en valores estadounidenses pudiesen valorarse. Como no había valoración de esos fondos, aquellos inversores que tenían posiciones en instrumentos internacionales con títulos de Wall Street no podían vender (lógicamente tampoco comprar).

Pero además de estos episodios, hay productos financieros que en su naturaleza no son líquidos, lo que acarrea problemas para los inversores. En España, llegó a haber varios fondos inmobiliarios, promovidos principalmente por Banco Santander y BBVA que también sufrieron problemas de liquidez. Estos fondos se dedican a comprar inmuebles –se valoran anualmente- que son alquilados y generan unas rentas. Pero ante un momento de bajada de precios de los inmuebles los inversores corren a deshacer sus posiciones con el fin de que el valor de su inversión no se deprecie. Esto implica que el gestor del fondo debe vender esos inmuebles (aunque piense que luego se recuperarán) para atender los desembolsos. Como un inmueble no se puede vender con la rapidez de la exigencia de los inversores, estos se quedan sin la posibilidad de percibir el dinero.

En España, ante la primera crisis inmobiliaria, el experimentó se terminó y se acabaron los fondos inmobiliarios destinados a inversores minoritas. Sin embargo, en otras economías siguen funcionando y actualmente atraviesan por el mismo problema. La firma Blackstone ha limitado los reembolsos en su fondo inmobiliario Blackstone Real Estate Income Trust, cuyo patrimonio asciende a 125.000 millones de dólares. La causa ha sido el elevado incremento de las peticiones de reembolso por temores a la caída de precio de los inmuebles comerciales. Pero esto ya se produjo en octubre en otros grandes gestores de fondos mundiales. BlackRock, Schroders y Columbia Threadneedle se han visto obligadas a dilatar la devolución del dinero a los inversores. Así, BlackRock UK Property Fund, podría alargar las peticiones hasta el segundo trimestre de 2023, en un proceso que puede llevar a los inversores a esperar incluso dos años desde que solicitan la venta de sus participaciones.

También ha aparecido en España una nueva figura para el inversor particular en los fondos de capital riesgo. Estos fondos se dedican a invertir en empresas no cotizadas, intervenir en el negocio, mejorarlo (normalmente) y obtener una ganancia con esa inversión. Bankinter anunciaba recientemente la creación de un fondo de estas características para los pequeños inversores.

El capital riesgo estaba, hasta ahora, limitado a grandes inversores, empresas especializadas en este negocio de adquirir parte o la totalidad de compañías para obtener un rendimiento, pero no había recalado en el pequeño inversor. Normalmente, por el mayor riesgo que asumen y la falta de liquidez suelen obtener ganancias muy interesantes. Su falta de liquidez se convierte en una amenaza para los inversores que quieran deshacer posiciones con rapidez. Como siempre, es necesario conocer las características de la inversión y los plazos de maduración de estos negocios para no llevarse la sorpresa de necesitar el dinero y no poder obtenerlo. Con independencia de las ventanas de liquidez que ofrezcan los gestores, el dinero destinado a fondos de capital riesgo debe ser siempre un dinero sobrante y no necesario para cubrir necesidades vitales.