No será una guerra, pero lo parece, o eso creemos. Porque llevamos, por suerte, varias generaciones sin vivir una, en un país tan dado a ellas y, mientras, quienes sí la han vivido y podrían compararlo, por desgracia, se nos están yendo, asesinados por el enemigo.

Quienes nos quedamos aquí, lo más traumático que hemos vivido en los últimos tiempos fueron los atentados del 11-M, que arrojaron a nuestras conciencias 192 muertos, y ahora tenemos que sobreponernos a esa cifra cada seis horas. Y, para colmo, lo sufrimos encerrados por decreto en casa, sin poder tocarnos, abrazarnos ni besarnos. Sin lutos y con funerales y despedidas de aforo limitado.

Está por ver qué consecuencias psicológicas tendrá todo este trauma, pero lo que sí sabemos es que el humor, uno de los mejores mecanismos de defensa, es más necesario que nunca. Presumimos de tener una de las mejores sanidades del mundo para afrontar una crisis como esta, pero no podemos olvidar que los españoles también contamos con uno de los mejores sentidos del humor que existen. No hay pruebas de esta afirmación, pero tampoco dudas, igual que no las hay de que, como en España, no se come en ningún sitio, y tampoco es que hayamos comido en todos.

Si acaso, la prueba es que aún no llevábamos dos días encerrados en casa y ya hacíamos bromas con ello y en nuestro WhatsApp había más papel higiénico que en los lineales del supermercado. Pero hasta el espacio de nuestros chats es finito y los memes han ido poco a poco cediendo hueco a los bulos. A menos humor, más odio, al igual que los aplausos en los balcones se han tenido que turnar con las caceroladas.

En este panorama, TVE estrenó este martes Diarios de la Cuarentena  una serie de humor con varios rostros conocidos, que reflejan el lado más cómico de este confinamiento que nos ha tocado vivir. Si en el frontispicio de la televisión pública está escrito el lema “informar, educar y entretener”, TVE cierra el círculo de su servicio público con este programa. Sus periodistas se juegan la salud informando, nuestros hijos reciben clase en Clan y ahora, con Diarios de la Cuarentena, intentan sacarnos una sonrisa.

Desconozco si lo han conseguido y recnozco que anoche no pude verlo. Como crítico televisivo admito valer poco. La carga de trabajo estos días es abrumadora y los periodistas pasamos demasiado tiempo expuestos a la información y también a unas redes sociales donde el virus del odio campa a sus anchas y ante el que también escasea el material de protección. Y en ese mundillo muchos han puesto el grito en el cielo por la emisión de este programa de humor. Curiosamente, son los mismos que infectan todo con sus mentiras, los que piden que les enseñen los ataúdes y, si no los ven, ya se encargan ellos de inventarlos y pintarlos sobre la Gran Vía.

En el fondo, no les molesta que se haga humor y seguro que algún que otro chiste han compartido alguna vez. Ni siquiera es que odien a los actores en general y a los que son de izquierdas en particular, sobre todo si llevan el apellido Bardem. Lo que saben, y les repatea, es que, por cada meme que decidimos no reenviar, es un hueco más para su último bulo. Cada aplauso que nos perdemos a las 20:00 horas es un silencio que llenar una hora después con sus cacerolas. Y que la risa y la solidaridad son los mejores anticuerpos contra las infecciones del odio y la mentira.