Sobre la histórica mayoría absoluta de Juanma Moreno en las elecciones andaluzas, hay muchas conclusiones que sacar sobre el nuevo posicionamiento del tablero político en España. Evidentemente, supone un espaldarazo al liderazgo de Alberto Núñez Feijóo, frena en seco el crecimiento de Vox, entierra a Ciudadanos, y ofrece una alternativa al Partido Popular de ocupar el espacio de centro derecha en el país, sin tutelas de los extremismos, y lejos del modelo de confrontación constante con el gobierno central, próximo a los discursos de VOX, que ha capitaneado la lideresa madrileña Isabel Díaz Ayuso. El Partido Popular tiene la ocasión de cerrar los capítulos de corrupción del pasado, con exministros grabados con el inefable comisario Villarejo, asumiendo los pecados cometidos, y rompiendo, definitivamente, con la rancia derechona ultracatólica y nostálgica del franquismo, para acercarse a un proyecto más central, europeísta, a la manera de la Democracia Cristiana alemana. Por otra parte, pone en entredicho el proyecto de Yolanda Díaz en la izquierda, que no ha sumado demasiado en sus discursos de campaña andaluza,  y debería hacer reflexionar sobre el cainismo de la izquierda en este país; ni en Andalucía ha sido capaz de hacer causa común, casi ni llegan a los plazos electorales para presentar su candidatura unitaria a medias, ni en el gobierno de coalición, donde ministras como Ione Bellarra o Irene Montero, juegan a estar dentro del gobierno y en la oposición, como si fuera posible soplar y sorber a la vez. La izquierda sigue con su ineficaz ajuste de cuentas fratricida, escenificando que, no sólo no están a una, sino que se odian entre ellos. Son como las polis griegas pero, al contrario; en vez de hacer piña común contra el enemigo persa, se matan entre sí ante la estupefacción del adversario y de los propios. En el Palacio de la Moncloa su actual inquilino, el presidente Sánchez, debería volver a pisar un poco más la calle y a oír a los militantes porque, la jugada de descabezar para siempre “el Susanismo” en Andalucía, con un candidato sólo conocido en Sevilla, Juan Espadas, donde tampoco ha ganado en porcentaje de votos el PSOE,  apoyado en primarias por el aparato que Sánchez tanto criticaba y que ahora detenta, le ha costado perder poder en un territorio históricamente bastión del socialismo español, con un agravante: jamás el PSOE ha gobernado en España sin el aporte de los votos andaluces, y queda una año para las elecciones generales. La tentación de Robespierre que ha poseído en los últimos meses a Sánchez como secretario general es peligrosa para el partido. Incluso se rumoreaba en las últimas semanas en los mentideros de Moncloa descabezar a Emiliano García Page en Castilla la Mancha donde gobierna el PSOE cómodamente, aunque sería de esperar que, después del varapalo andaluz, se lo piense. Aunque en la dirección de Ferraz y también en Moncloa se afanan en desligar el resultado de Andalucía con la extrapolación a España, lo cierto es que la izquierda, en su conjunto, ha sido claramente la gran derrotada en Andalucía. El golpe, sin embargo, es más duro para un PSOE que no gobernó, a pesar de haber ganado en número de votos en las elecciones anteriores con Susana Díaz, y que pierde su bastión más importante, sin cuyos votantes no salen las cuentas para gobernar en España.

Juanma Moreno ha sabido concitar las simpatías, incluso, de votantes socialistas que han visto en su talante, incluso en la continuidad de políticas válidas puestas en marcha por los anteriores gobiernos socialistas, la capacidad de gobernar para todos. También por enfado y desmotivación ante el intervencionismo de Ferraz en Andalucía que ha hecho que, muchos militantes de base y simpatizantes no sólo no hayan participado de la campaña sino que, incluso, se han quedado en su casa sin votar, o han votado a otras fuerzas, incluido el PP. Moreno, con un equipo heterogéneo, no se ha acomplejado en defender valores tradicionales de la socialdemocracia como la protección a las mujeres maltratadas o los derechos LGTBI. Temas estos de crítica constante para los de Macarena Olona que hizo una campaña de exigencias, antes de ganar la piel de oso, razón por la que ha acabado siendo irrelevante, aunque tercera fuerza en el parlamento andaluz, por la mayoría del PP. Ahora, toca ver si Juanma Moreno gobierna con la misma moderación, humildad, y capacidad de diálogo y consensos con mayoría absoluta, que cuando estaba en coalición con Ciudadanos, a cuyo electorado también ha fagocitado. Materias sensibles, y necesitadas de recursos y mejoría en la comunidad andaluza, como son la sanidad y la educación pública, ámbitos donde tienden siempre a escorar políticas y recursos públicos hacia lo privado, serán también piedras de toque que definan su capacidad real de gobernar al servicio de lo público y para todos, o no.

Lo que sí queda claro es que, como en los arcos de los maravillosos palacios andalusíes, la piedra clave que sostenía la bóveda electoral del socialismo se ha venido abajo. La autocrítica y asunción de errores es el principio para que todo el edificio no los sepulte. Si se quiere poner en valor la gestión de la terrible crisis pandémica que se ha sufrido en el país, que se ha gestionado razonablemente bien, y la recesión económica que tenemos en el horizonte, un poco de humildad y pragmatismo viene siendo necesario. Si no, presidente Sánchez, lo de Andalucía sí va a ser una profecía autocumplida de lo que va a suceder en las generales.