En Europa siguen con atención e inquietud los avatares de la investidura del presidente Pedro Sánchez. La amenaza de que si las cosas no salen bien haya que convocar nuevas elecciones y, sobre todo, prorrogar otra vez los presupuestos, crea malestar en las más altas instancias políticas y económicas europeas. Y si los resultados de las elecciones invitaban a una posible abstención de Ciudadanos como fórmula para garantizar la estabilidad, la obsesión cejijunta y terca de Albert Rivera consiguen que cunda la incertidumbre.

Es evidente que el presidente de Ciudadanos piensa poco en la España de la que se llena la boca cuando quiere justificar posturas muy poco defendibles. De su mano, aunque la esconda, y de la del PP se está llevando a cabo la operación blanqueo de la ultraderecha encarnada en Vox, valedor de viejos fantasmas franquistas. Rivera es tan responsable como Casado de que estemos hablando alarmados de preservar derechos adquiridos hace años, en vez de comentar con alegría nuevos avances en la defensa de las libertades.

Además del enojoso asunto de la investidura de Sánchez, los casos extremos de Murcia y Madrid y sus conflictos para designar presidentes autonómicos, son ejemplos de que esos tres partidos piensan más en el poder a  conquistar que en su obligado cometido social. Poco parece importarles la comunidad que aspiran a representar y su propia dignidad política.

 El líder naranja sigue sin inmutarse, como tampoco su padrino, José María Aznar.

Sobre la situación ha manifestado su asombro la  antigua alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, en una reciente entrevista: “No tienen sentido las relaciones con la oposición porque no están basadas en el debate en profundidad sobre lo que nos puede diferenciar, sino exclusivamente en la frivolidad y el espectáculo. Eso es corrosivo para la sociedad, genera frentismo, odio, incomprensión …”  Véase el ejemplo de la marcha atrás en el proyecto anticontaminante de Madrid central, que con tanta valentía abordó la alcaldesa hoy retirada.

 Analizar el frentismo, el odio, que alimentan las posiciones de Ciudadanos es lo que están haciendo algunos destacados militantes que han bajado del tren en marcha. Otros, como el profesor Garicano, prefieren no dar la batalla por perdida y continuar segado la hierba bajo los pies de Rivera.

Asimismo, grandes medios informativos que apoyaban a Rivera sin reservas, critican ahora su terco liderazgo alcanzado sobre la base de defender lo que más convenga. Ha tomado un camino equivocado. Su ideología de base era socialdemócrata, al parecer. Después, abrazó el liberalismo (¿en qué versión?) Y en todo caso, está dejando huérfano el espacio de centro que tanto amó.

Al parecer, el líder naranja sigue sin inmutarse, como tampoco su padrino, José María Aznar.