Marta Cinta. Puede que este nombre suene hoy conocido a más de una, pero estoy segura que hace un par de semanas nadie tenía ni idea de quién se trataba.

Hablo de Marta González Saldaña, nombre oficial de esa anciana con Alzheimer cuyo vídeo, rememorando con sus brazos y sus manos El lago de los Cisnes, se ha hecho viral. Podría decir que era conocida como Rosamunda o Marta Cinta -los nombres artísticos que utilizaba- pero no sería exacto. Fue conocida en su día, pero hoy nadie sabía quién era. Algo que dice mucho, y, desde luego, nada bueno.

Hemos necesitado un vídeo emocionante, que alguien ha compartido después de muerta su protagonista, para que supiéramos de ella. Y no es que eso esté mal, por supuesto. Lo que está realmente mal es que hasta el día en que esa grabación empezó a difundirse, nadie recordara a una española que triunfó nada menos que como primera bailarina del ballet de Nueva York, entre otros. Ahí es nada. Y, sin embargo, ni una línea en la Wikipedia que, aunque no sea la medida de todas las cosas, sí que da unas cuantas pistas de por dónde van los tiros.

Pero aún hay más. Ni siquiera ese vídeo mereció en un primer momento otro titular que “bailarina con Alzheimer”, una frase que la despersonalizaba y daba más importancia a la enfermedad en sí misma que al glorioso pasado de quine la padecía

No sé qué habría pasado si en vez de dedicarse al ballet lo hubiera hecho al fútbol, y si en vez de mujer fuera un hombre. No lo sé, pero me lo imagino. Un estadio gigantesco llevaría su nombre y todos los años le rendirían homenaje y le señalarían como ejemplo a seguir, además de que habría varias biografías publicadas sobre su vida, aunque no fuera, ni de lejos, tan apasionante como la de esta bailarina recién descubierta.

El nombre de Marta Cinta debería ser conocido y reconocido en nuestro país, debería ser objeto de orgullo y admiración. Pero la cultura no vende, y la maravillosa Marta fue relegada al olvido. Ni siquiera quienes disfrutamos de la danza conocíamos de su existencia, porque a nadie le interesó conservar su recuerdo y su legado

Ella nunca olvidó el ballet, a pesar del Alzheimer. Pero el mundo no necesitó el Alzheimer para olvidarla a ella.