El atentado de Carrero Blanco no solo marcó un punto de inflexión en la deriva del régimen franquista, sino que también tuvo consecuencias significativas en los acontecimientos que siguieron, allanando el camino hacia la Transición democrática. A pesar de su impacto, el caso nunca fue sentenciado, generando una serie de interrogantes y teorías que perduran hasta hoy.

Errores en la investigación, fallos en los cuerpos de seguridad del Estado y la desaparición de documentos han alimentado diversas interpretaciones sobre la autoría y las circunstancias que rodearon el atentado. Esto ha llevado, incluso, a que se dude de la autoría de la organización terrorista ETA. Durante las últimas cinco décadas, las complejidades de este caso han dado lugar a muchas teorías; desde la posibilidad de una conspiración interna en el régimen, hasta la sombra de sospecha que apunta a la CIA y los intereses estadounidenses en relación con el futuro de España.

24 horas antes del atentado, Henry Kissinger, Secretario de Estado de los Estados Unidos de América, se reúne con Carrero Blanco en Madrid, pero el encuentro fue un fracaso. A la mañana siguiente, 20 de diciembre de 1973, a unos cien metros de la embajada americana, el presidente del Gobierno Luis Carrero Blanco es asesinado. Esa mañana, en el Tribunal de Orden Público comenzaba el juicio del Proceso1001 contra la cúpula del sindicato ilegal Comisiones Obreras.

A la una de la tarde Radio Nacional de España emitió el primer comunicado del Gobierno, en el que no se menciona que se trata de un atentado terrorista. Automáticamente la presidencia del Gobierno fue asumida por Torcuato Fernández Miranda, quién logró convencer a Franco de que se informase a los españoles de que Carrero había sido víctima de un atentado, no por una explosión de gas. Horas después, la Dirección General de Prensa reconoció que se ha tratado de un criminal atentado.

La conmoción fue total entre las filas del régimen; también entre la oposición. El atentado condicionó los últimos años del franquismo y la misma Transición a la democracia. Carrero blanco fue reemplazado por Carlos Arias Navarro, ministro de Gobernación y encargado, precisamente, de su seguridad. La oposición democrática había demostrado que su capacidad de movilización era limitada y el franquismo, aunque en crisis, seguía estable en el poder.

El 20 de diciembre, como cada mañana, el presidente, sale de su casa en la calle de Hermanos Bécquer y se dirige a la iglesia de los jesuitas de la calle Serrano, frente a la Embajada norteamericana. Tiene la costumbre de ir a misa de 9.30. Al terminar, se sube al Dodge Dart negro sin blindar, al que sigue otro coche de vigilancia. Toma la calle Maldonado, y gira en Claudio Coello, rodea la iglesia y el convento, y a la altura del número 104, se produce una gran explosión debajo del coche del presidente. La confusión es total. Uno de los escoltas del coche de vigilancia, tras reponerse del golpe, transmite por radio un mensaje desesperado: "No veo el coche del presidente". Por la explosión había volado al interior del patio del convento.

Hacia el mediodía ya se había confirmado la muerte de los tres ocupantes del vehículo, aunque seguía sin saberse oficialmente la causa. A las 23 horas, ETA reivindicó la autoría en medio del estupor general. Declaró que lo había hecho en venganza por los militantes vascos asesinados y en nombre de la liberación nacional del pueblo vasco. Mientras tanto, a lo largo de ese día se había descubierto el túnel y las autoridades confirmaron que, efectivamente, se trataba de un atentado. La CIA calificaba las causas de la muerte del almirante, como un accidente por fuga de gas. La agencia de espionaje remitió un cable al presidente de Estados Unidos: "no hay evidencias de sabotaje".

Los servicios de seguridad se mostraban incrédulos ante la capacidad operativa que ETA había demostrado. Esta incredulidad también se trasladó a diferentes sectores de la sociedad, incluyendo a la oposición, lo que dio pábulo a una posible conspiración de la CIA relacionada con la reciente visita de Kissinger. La agencia oficial soviética Tass difundió ocho años más tarde que el atentado contó con el beneplácito o la colaboración, directa o indirecta, de los Estados Unidos. El motivo era que Carrero Blanco se negaba a cumplir ciegamente con las órdenes que recibía del otro lado del Atlántico y no aceptaba la integración de España en la OTAN.

ETA, en un principio, urdió el secuestro del almirante, para pedir un canje por presos, pero el refuerzo de la escolta, al ser nombrado jefe de Gobierno, hizo que el plan se modificase. Un grupo de tres etarras alquiló un bajo en la madrileña calle de Claudio Coello, por la que pasaba cada día Carrero. A principios de diciembre, se excavó un túnel que finalizaba en medio de la calle. Para justificar el ruido, se dijo a los vecinos que el inquilino era un escultor. Cuando finalizaron la excavación, se acumularon 75 kilos de explosivos, que colocaron en forma de T y que debían estallar cuando el coche pasase justo por encima, como así ocurrió.

Con la muerte del almirante se abrió en España una época convulsa que preocuparía mucho a EEUU y más cuando se debía renovar el acuerdo militar, que permitía el mantenimiento de sus bases militares en suelo español. La extrema derecha del régimen −el búnker−, se reforzó y pidió sangre. Como consecuencia de todo aumentó la represión y se produjeron las ejecuciones de 1974 y 1975. El entonces príncipe Juan Carlos y el sector moderado perdieron el apoyo que les garantizaba una sucesión tranquila tras la muerte de Franco. En cuanto al sorprendente nombramiento de Arias Navarro como nuevo jefe de Gobierno, cabe atribuirlo a la influencia que la esposa de Franco, Carmen Polo y su camarilla, tenían sobre el debilitado dictador.

A finales de diciembre de 1973, Santiago Carrillo, secretario general del PCE declara en relación con el atentado del almirante: "Cuando hemos dicho que el atentado contra Carrero Blanco era obra de profesionales y no de aficionados no lo hacíamos con ninguna intención peyorativa hacía ETA. Queríamos subrayar que ese atentado lleva la marca de ciertos servicios especializados, más que la de una organización cuyos medios y posibilidades son limitados". Según Carrillo, la rapidez con que la policía, que fue incapaz de asegurar la protección del almirante durante semanas, en una zona en la que está enclavada la Embajada norteamericana, la residencia del Embajador inglés, otros centros oficiales y por la que circulan a diario ministros y exministros, se ha agarrado a la tesis del atentado de ETA, señalando en 24 horas a los presuntos autores, con nombres y apellidos, es muy extraña.

El objetivo del atentado, según indicaba el comunicado de ETA, era también intensificar las divisiones entonces existentes en el seno del régimen franquista entre los aperturistas y los puristas. Según declaraciones posteriores de uno de los miembros del Comando Txikia, Carrero Blanco era una pieza fundamental e insustituible del régimen y representaba al franquismo puro, que ocupó, a partir de 1951, prácticamente la jefatura del Gobierno. Carrero simbolizaba mejor que nadie la figura del franquismo puro, llegando a ser insustituible por su experiencia y capacidad de maniobra y porque nadie lograba como él mantener el equilibrio interno del franquismo. En el comunicado ETA señalaba explícitamente que no había existido ninguna colaboración de la CIA.

La documentación de la embajada de EEUU en España, desclasificada en 2008, señalaba la colaboración de los servicios secretos norteamericanos en el magnicidio y explicaba que "el mejor resultado que puede surgir sería que Carrero desaparezca de la escena". Estos datos sumados al análisis de los explosivos empleados, tanto en la ejecución material del crimen, como en la segunda bomba colocada en un vehículo que no llegó a explosionar, apuntan a que la base de Rota, fue punto de paso y manipulación de los explosivos.

El cambio de Régimen no dependía de una persona, pero la muerte del almirante facilitó el paso a la democracia y evidenció que no todo estaba tan atado y bien atado. El asesinato, representó la mayor conmoción política de la etapa de Franco