Los del Partido Popular y Vox no paran  de lanzar metralla al Gobierno de coalición. Hagan lo que hagan, según ellos, lo hacen mal. Quizás les crispe que, en realidad, lo están haciendo bien. El catedrático de Epidemiología de la Universidad de Harvard, Miguel Hernán, quien se ha trasladado a España en esta emergencia sanitaria para estudiar el coronavirus y para formar parte del comité de expertos científicos que asesoran al Gobierno, afirma con rotundidad que “estamos en el mejor lugar posible teniendo en cuenta la situación de la que se partió”. Por más que diga la derecha, por más bulos que lancen, por más insultos, mezquindades, infamias  y mentiras que viertan a través de sus bochornosos medios de descomunicación y de sus voceros mediáticos.

Hace unos días reprendía Casado “la incompetencia y la arrogancia” del presidente del Gobierno y criticaba con saña lo que él llama “su ineficacia”, lamentando que no le había llamado para tomar decisiones. Podríamos interpretar en esa actitud un comportamiento muy típico de la derecha y de ciertos individuos con determinado perfil: la proyección psicológica, esa herramienta inconsciente que induce a percibir en los otros los errores propios.

Que nos cuenten lo que los gobiernos del Partido Popular han tenido en cuenta al resto de fuerzas políticas cuando en las legislaturas recientes han despedido a miles de funcionarios, y han recortado y privatizado hasta la precariedad la Sanidad, y la Educación, y la Investigación, y la ayuda social, y las pensiones a los jubilados, y las residencias de mayores y han dejado en el precipicio a los dependientes, a los enfermos, o han saqueado las cuentas públicas, o han infiltrado en las instituciones públicas una trama mafiosa de corrupción, la mayor trama corrupta de toda la democracia. Al contrario, su táctica respecto de la oposición ha sido siempre que han gobernado la de desprecio y acoso y derribo. Y cuando no gobiernan multiplican la metralla.

Recordemos sólo algunos ejemplos, a título ilustrativo, de las medidas “efectivas” que tomó el gobierno Rajoy,  porque ya sabemos que la memoria neoliberal es deforme y muy selectiva: Para acabar con el ébola trajeron el virus a España; para acabar con el paro crearon los contratos basura y eliminaron las prestaciones; para acabar con el fraude su método infalible fue la amnistía fiscal para los defraudadores; para “mejorar” la economía española bajaron los salarios de los trabajadores. Para mejorar la Sanidad, se la cargaron (cerraron y privatizaron buena parte de los hospitales y despidieron a treinta mil sanitarios); para frenar la corrupción la introdujeron en las instituciones y se repartieron sobres por doquier. Para frenar la indignación de los ciudadanos les cerraron directamente la boca con la Ley Mordaza. Y así un larguísimo etcétera.

Leía hace unos días que la derecha española es la única oposición política en el mundo que en lugar de ayudar en un estado excepcionalmente difícil, se dedica a destruir, mentir, difamar y lesionar. Algo imperdonable siempre, pero mucho más en el contexto actual. Ya no se trata de ideología. Mi padre era un hombre muy conservador, pero era una buena persona. Se trata de decencia, de sentido común, de un mínimo de humanidad y de sensibilidad, algo de lo que, es obvio, esta derecha voraz carece.

Muy lejos de eso, se dedica a poner trabas, obstáculos, dificultades, cuando no muros infranqueables a los que piensan diferente, a los que están comprometidos por el bien común, y no de manera exclusiva por el bien propio.

Ahora la derecha se opone a la prórroga del estado de alarma; ignorando las recomendaciones de científicos y expertos, e ignorando la salud de los ciudadanos. Los mismos que dijeron que la manifestación del 8M tenía que haberse prohibido, cuando sólo había 7 muertos diarios, ahora exigen el fin del estado de alarma y la vuelta a la normalidad, cuando aún hay 170 fallecidos diarios. Y Vox amenaza con una moción de censura y con hacer manifestaciones contra el Gobierno por todas las ciudades de España. Y ambas organizaciones fanatizando al personal y generando mucho odio.

En este contexto a veces me viene a la mente el gran Valle-Inclán, quien creó el esperpento literario como símil del esperpento de la realidad que percibía, y recuerdo bien una de sus citas de “Luces de Bohemia”: “España es el esperpento grotesco de la civilización europea”. Ahora entiendo muy bien a Valle-Inclán. Y me viene también a la mente una reflexión reciente del juez Joaquim Bosch, quien fue portavoz de Jueces para  la Democracia, que parafraseo directamente, porque no puede ser más elocuente: Hay dos actitudes principales: La de quienes intentan aportar soluciones para salvar vidas. Y la de quienes se aprovechan de las desgracias ajenas e incluso las exhiben con entusiasmo al creer que eso les beneficia. Pero una pandemia nunca será neutralizada por el carroñerismo.

Coral Bravo es Doctora en Filología