Ocurría estos días. Entre veleidades olímpicas y horrores de la guerra, se colaba en nuestras redes sociales un tipo peculiar, por decirlo de alguna manera. Y, aun a riesgo de producir el famoso efecto Streisand, ese por el que das más visibilidad a quien realmente no la merece, me arriesgaré a hablar de él. Precisamente, para que no cunda el ejemplo.
El tipo en cuestión era un individuo de 21 años -según el mismo- que hubiera pasado desapercibido si no fuera por lo que decía. O, mejor dicho, por la sarta de tonterías de las que hacía gala.
El muchacho afirmaba muy ufano que él no había elegido nacer, que lo habían decidido sus padres sin contar con él y que por ello no tenía ninguna obligación de trabajar ni de hacer nada por ganarse la vida, y que sus padres deberían seguir manteniéndolo in secula seculorum. Ahí queda eso.
Lo primero que me pregunto es por qué este individuo, entre tantos descerebrados que circulan por redes sociales, ha sido tocado con la varita mágica de la viralidad. Porque, aunque es cierto que la estupidez que dice es olímpica, hay muchas otras que le van a la zaga y pasan desapercibidas. Por suerte para nuestra salud mental.
Pero vayamos al grano. El chico pretende una patente de corso para gorronear eternamente de sus padres por el hecho de haberle concebido. O, como él dice, por haber decidido que naciera sin pedirle permiso, como si hubieran tenido que enviar una instancia al señor espermatozoide y a la señora óvulo para que accedan a unirse.
Aunque, más allá de la estupidez del argumento, lo preocupante es lo que subyace en el mensaje. Este muchacho es lo que hace tiempo llamábamos un ni-ni (acrónimo de “ni estudia ni trabaja”) y lo que nuestros padres y abuelos hubieran llamado un caradura. Y nivel campeón, además. Y, sin embargo, el angelito, en lugar de avergonzarse de ello, saca pecho, se vanagloria y lo cuenta a todo el mundo. Y se queda más a gusto que un arbusto.
Lo realmente preocupante de esto no es tanto que un muchacho estúpido se haga viral, sino que haya muchos otros muchachos y muchachas estúpidas que quieran imitarlo, que piensen que ser un jet es una opción no solo válida sino algo de lo que enorgullecerse. Porque caraduras ha habido siempre, pero daban vergüenza y no eran objeto de admiración.
Si esto prolifera entre la juventud, algo estamos haciendo muy mal quienes no somos jóvenes. Para hacérnoslo mirar.