Esta semana tiene lugar en la ciudad polaca de Katowice una nueva cumbre climática de la ONU, la vigésimo cuarta, con el mismo objetivo que las anteriores: evitar que la actividad humana siga interfiriendo de manera adversa en el clima del planeta.

Durante los próximos días, miles de líderes políticos y financieros, científicos e investigadores, expertos y activistas contrastarán opiniones y pondrán en común criterios para intentar alcanzar un nuevo refrendo internacional a los compromisos adquiridos en París hace tres años.

El panorama político mundial no invita al optimismo. Son pocos los que acuden a la cumbre con el propósito de unir esfuerzos y una clara voluntad de acuerdo. Sin embargo las evidencias de los efectos catastróficos del cambio climático deberían motivar a ello.

Como nos recordaba el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) en su último informe (octubre 2018) ya estamos viviendo las consecuencias de un calentamiento global de 1°C, con condiciones meteorológicas extremas en diversas regiones del planeta, un aumento del nivel del mar mayor del previsto y un retroceso del hielo Ártico más rápido de lo esperado. Si no contenemos el calentamiento por debajo de los 1,5°C las consecuencias serán mucho peores.

Uno de los ámbitos en los que se va a centrar buena parte de los debates de la cumbre es la posibilidad de que el acceso al agua potable se vea comprometido en amplias regiones del mundo, incluidos los países más desarrollados.

El calentamiento global está alterando gravemente las precipitaciones, la humedad del suelo, el escurrimiento, la evaporación o el vapor atmosférico, entre otros apartados relacionados con el ciclo del agua. Y el área del mediterráneo puede ser una de las más afectadas. 

La previsión de los expertos para nuestro país es que la elevación térmica y la disminución pluviométrica tengan como consecuencia una merma sensible de los recursos hídricos. En consecuencia, habrá que tener un especial cuidado en la gestión y el uso del agua, por lo que no sólo se impone el ahorro y el uso responsable a nivel doméstico, el de cada ciudadano en su hogar, sino la reducción y la eficiencia en el uso del agua en todos los sectores económicos.   

Para afrontar el riesgo al que nos empuja el cambio climático con las mayores garantías de éxito, las empresas encargadas de gestionar el ciclo integral del agua, y muy especialmente las responsables del abastecimiento urbano, deberán reforzar sus empeños en ámbitos tan importantes como la colaboración, la eficiencia, el conocimiento compartido, la profesionalidad, la experiencia y el trabajo en red. Todas las alianzas que se establezcan a tal fin y todos los esfuerzos que se lleven a cabo en cada uno de esos ámbitos serán pocos.

Esta nueva cumbre climática arrancaba el pasado domingo con dos mensajes claros de la ONU y del IPCC. La primera nos recordaba que las temperaturas siguen aumentando, las acciones decisivas que se requieren van con retraso y las oportunidades se acaban. El segundo insistía en que las decisiones que tomemos hoy son decisivas para garantizar un mundo seguro y sostenible para todos, tanto ahora como en el futuro.