La aprobación inicial de la amnistía no solo permite a los dirigentes independentistas vislumbrar un futuro más cómodo por la desaparición de las cargas penales y financiaras acumuladas durante el Procés, también ha proporcionado a Pere Aragonés el gran argumento de su campaña electoral.

Con un balance de gestión muy por debajo de la propaganda oficial, el candidato de ERC a la reelección como presidente de la Generalitat se limita a presentar un programa basado en el carácter inevitable de sus propuestas a partir de una simple analogía: si la amnistía que parecía imposible ha sido aprobada, lo mismo sucederá con todo, siendo este todo la financiación singular de Cataluña y la celebración de un referéndum de independencia.

En su comparecencia en la Comisión General de las CCAA del Senado, Aragonés obsequió a sus colegas institucionales y adversarios políticos una sentencia hiperbólica y solemne: “Cataluña no entiende de imposibles”. Y la complementó con una profecía voluntarista: con él en la Generalitat todo caerá por su propio peso. La utilización en política de un argumento como el de la inevitabilidad es, ciertamente, atrevido, aunque muy habitual en los discursos de Pere Aragonés que ha decidido explotar a fondo el regalo de Pedro Sánchez, obviando los antecedentes.

En 2017, el advenimiento de la independencia de Cataluña no solamente era un objetivo proclamado como “inevitable” por parte de ERC y el soberanismo en general, también era un acontecimiento histórico “inminente”, además de la expresión más elevada de la democracia. Todo quedó en juicios, huidas, inhabilitaciones, multas y el establecimiento de dos bloques políticos que les facilitó el gobierno de la Generalitat autonómica.

Aragonés, aun así, no desanima en utilizar aquellos adjetivos, inspiradores del estropicio político y social del Procés. La aprobación de la ley orgánica de la amnistía le ha devuelto la confianza en la fuerza de la inevitabilidad como motor de la política, relegando el peso de la coyuntura a la invisibilidad. La amnistía le habría venido mucho mejor a Cataluña, seguramente, de haber sido el resultado de una negociación con contrapartidas específicas en la política de reconciliación catalana. Sin embargo, la legítima ambición de Pedro Sánchez de seguir gobernando a pesar de su debilidad parlamentaria impuso la lógica de lo imprescindible que no es exactamente lo inevitable, aun contraviniendo sus negaciones constantes a la necesidad de la ley del olvido.

Respecto de la medalla que se autoimpuso en el Senado por su eventual fuerza como presidente, hay que recordar que la amnistía que está en proceso de materialización no se aceleró por la mínima capacidad de presión de su gobierno de la Generalitat. Más bien sucedió por la irrupción sorprendente de Carles Puigdemont en la negociación, favorecido por la obtención imprevista de un diputado de última hora que lo convirtió en socio indispensable de la mayoría progresista.

Los nuevos objetivos inevitables de Pere Aragonés son ahora la financiación singular y la celebración de un referéndum de independencia por vía del artículo 92 de la Constitución. A diferencia de la amnistía, estos dos propósitos no son compartidos por sus compañeros de viaje. Ni Junts ni la CUP creen necesario rebajar el sueño de la república catalana a la negociación de un nuevo sistema de financiación que, como mucho, permitiría a Cataluña obtener el estatus propio de la asimetría autonómica. Tampoco la aplicación del artículo 92 ha generado ningún aplauso ni consenso en Junts y la CUP, y mucho menos en el PSC y el conjunto de las fuerzas políticas catalanas, dejando constancia de que lo Inevitable para Aragonés es totalmente prescindible para el resto de las opciones políticas.