La última vez que vi y escuché a Pedro Sánchez al mismo tiempo fue en un desayuno informativo de Europa Press. Ni siquiera fue en persona, ya me gustaría. De hecho, lo he intentado en varias ocasiones, visitando Ferraz, pero a última hora, o se tuerce la convocatoria o sale un portavoz a quien se le ha revelado la palabra del secretario general. 

Nos perseguimos, pero, como antiguos compañeros de colegio, no terminamos de concretar una cita. Quizás sea culpa mía, porque en el desayuno informativo no me cuadraba la agenda y a la interparlamentaria de este martes no he podido acudir porque ya había quedado con Felipe González. Y porque no soy ni diputado, ni senador, aunque me gustaría. 

Aunque también Sánchez podría reconocer que no se prodiga mucho. Desde ese desayuno del 5 de septiembre hasta la interparlamentaria de este martes han pasado 20 días, y no cualesquiera. Solo con la pasada semana, Pérez Galdós te hace dos Episodios Nacionales. Sin embargo, el día 20, cuando estalló la Operación Anubis y se detuvo a 14 responsables de la Generalitat, Sánchez sólo publicó un tuit, preocupado por un incendio en la otra punta de España.

Y es que de Sánchez se sabe poco. No concede entrevistas, no da ruedas de prensa, no tiene escaño en el Congreso... Si visita a Rajoy en Moncloa, es Margarita Robles quien nos cuenta qué le ha dicho al presidente del Gobierno. Si Cataluña amenaza al Estado, es Óscar Puente el que sale a hablar sobre el artículo 155, con el consiguiente lío. 

Las apariciones de Sánchez son de consumo interno: que si un mitin por aquí, que si una fiesta de la rosa por allá. No trasciende su opinión y como mucho le ves en movimiento en stories de Instagram. 

Cualquiera pensaría que no se puede llegar a La Moncloa siendo un GIF, pero parece que a Sánchez no le va mal con esta estrategia, a juzgar por cómo sube el PSOE en las encuestas. Y sobre todo si se compara con el pasado, cuando hasta entraba en directo en Sálvame para criticar la tauromaquia y acabó rejoneado por sus barones. 

Antes de este martes, la última vez que habló le llovieron críticas por hablar de la "nación de naciones". Ahora defiende que no están ni con un bloque ni con otro. Cuando no dices nada, no puedes equivocarte. Cuando no tienes discurso, no pueden criticártelo. Y puede que hasta que, cuando no hagas política, ganes las elecciones.