Se cumplen 60 años de la Revolución de Cuba y hemos viajado a la isla para conocer la realidad tras la muerte de Fidel y el breve periodo en el que Raúl Castro ocupó la presidencia. “A Raúl nunca le gustó aparecer en las fotos o los carteles, al contrario que Fidel, que lo adoraba.” —nos explica uno de nuestros guías, el taxista que nos lleva por el interior en uno de los recorridos más allá de La Habana— “Aunque, en los pocos años que estuvo, hizo más cambios que en los otros cincuenta años bajo el mando de Fidel. El Comandante estaba obsesionado con mantener la Revolución tal y como llegó”. Le decimos que, antes de venir, hemos leído que la nueva Constitución y el nuevo presidente Miguel Díaz Canel prometen volver a la esencia del Socialismo y revertir los cambios de Raúl sobre propiedad privada y capitalismo. A lo que nos responde otra vez sin titubear: “Raúl se ha vuelto a quitar de la foto, pero es quien manda, como siempre”.

Viajar a Cuba antes de que se llene de McDonald’s

Eso es lo que nuestro taxista cree que venimos a hacer ante nuestro interés por saber más acerca de los cambios en la Isla. “Muchos extranjeros están viniendo corriendo antes de que los americanos pongan un McDonald’s en cada esquina”, asegura. Aunque, de momento, Trump ha paralizado esa invasión capitalista en ciernes por tiempo indeterminado. Los norteamericanos tienen prohibido, además del embargo comercial, visitar Cuba o alojarse en hoteles del estado (es decir, todos de una u otra forma), salvo que se trate de una visita cultural o humanitaria. Sólo los cruceros han encontrado la puerta de atrás para llevar turistas de los “states” sin trabas. Por contra, los canadienses disfrutan como primer país de origen de los visitantes a la isla. Eso sí, muchos no conocen más que el resort de lujo con todo incluido en el que los depositan directamente desde el avión. Alcohol ilimitado y sol constante es todo lo que buscan. Literalmente, como comprobamos personalmente, no salen de la piscina. Ni siquiera pisan la paradisíaca playa, demasiado lejos tal vez de la barra del bar.

Cuba Plaza de la Revolución La Habana ©JoseCarlosLeon2018

 

A un paso de la gentrificación, tienen la oportunidad de hacerlo bien

De momento, los extranjeros no pueden invertir en la isla ni montar negocios. Así, aunque algunas calles de La Habana o Trinidad ya parecen ser de cualquier país turístico, llenos de restaurantes y tiendas, con los camareros llamándote con la carta en la mano para que los elijas, hay dos grandes diferencias con el resto del mundo: todos los negocios son de locales y los propietarios solo pueden tener una licencia. No es posible, al menos oficialmente, tener una cadena de establecimientos ni mucho menos franquicias.

Algunos ya se han hecho ricos —nos cuenta otro de los taxistas que utilizamos a la vez de informadores— y ya hay millonarios en Cuba”.

En pocos años, desde que el gobierno autorizó a los cuentapropistas a abrir este tipo de negocios enfocados al turismo, única fuente de divisas del país, los más avezados han hecho fortuna. “Normal, si compran la cerveza a 1 peso y lo venden por 2 —nos explican en una lección acelerada de mercado—. Lo malo es que los cubanos ya no podemos beber cerveza Cristal o Bucanero, que son nuestras marcas nacionales y nos gustan mucho. Como son las que piden los turistas, los dueños de “paladares” compran toda la producción y no llega a nuestras tiendas”. Efectivamente, en la mayoría de los sitios nos tenemos que conformar, aún siendo turistas oficialmente, con la marca Presidente, que es dominicana. Incluso Heineken. ¿Pero quién se va al Caribe a beber Heineken? Pensamos.  Hasta la famosa heladería Coppelia, en La Habana, tiene una zona exclusiva para extranjeros que los locales no pueden usar. Se supone que es porque en esa caja sólo se paga con CUC, la moneda para turistas que no pueden usar ellos. Eso significa que para tomarse un helado, los habaneros tienen que hacer largas colas y, como si fuera en tiempos de segregación, no se pueden juntar con los ricos. Nos escandaliza, pero más cuando nos enteramos de que la calidad del helado también es diferente. Nos consuela ver que cuelgan carteles de la película Fresa y Chocolate, rodada allí, y en tiempo no lejano prohibida por su temática.

Cuba Coppelia en Cienfuegos ©JoseCarlosLeon2018

Aprendiendo a competir sin estructuras de mercado

La ausencia de franquicias como Starbucks o McDonald’s no es obstáculo para que, con la apertura al turismo, Cuba corra el peligro de convertirse en un decorado más, atiborrado de turistas con gorritos ridículos, palos selfie y buscando Coca Cola. Las restricciones actuales han conseguido frenarlo en parte y los restaurantes, que no todos se llaman ya “paladar”, siguen ofreciendo comida local como la Ropa Vieja o la langosta, a precios de aquí en la mayoría de casos. (Un menú del día medio sale por un os 15 €). Poca comida internacional aún, aunque la hay. Al igual que con la cerveza, nos comentan que algunos alimentos son ya difíciles de conseguir por la población en algunos lugares, como el pescado, que es comprado directamente por los restaurantes a los pescadores, a mejor precio, hasta agotarlo. “El problema es que no hay un mercado central de abastos que controle eso” —nos explica su versión uno de nuestros guías, convencido de que un mercado en el que puedan ir consumidores y empresarios arreglaría eso. Nos dan ganas de explicarle que eso sólo sería posible con una economía mixta de precios controlados.

Y es que la sensación que vamos teniendo es que el capitalismo va a llegar en tromba, como un pequeño orificio en la presa que está a punto de reventar. 

Además de los taxistas, (unos propietarios del taxi y otros empleados de empresas privadas), también tenemos ocasión de preguntar a los dueños de las casas en las que nos alojamos. Una modalidad llamada casas particulares, muy similar a las primeras casas rurales que conocemos en España en las que los propietarios comparten techo y te hacen el desayuno. (Por cierto, con una decoración digna de un plató de Cuéntame). Hablando con ellos, en la intimidad de sus casas y con su experiencia como cuentapropistas, se atreven a expresarse más libremente. Ellos también preguntan, pero por cortesía, preferimos no hacer demasiadas comparaciones con nuestra forma de vida y, en cambio, tratamos de alabar y reconocer sus logros. Logros que nos parecen evidentes como el nivel cultural de nuestros interlocutores. Les hablamos de sus éxitos en Salud Pública, Educación o Seguridad y las respuestas no son siempre las que esperamos.

Cuba Mercado en La Habana ©JoseCarlosLeon2018

Salud, Cultura y Seguridad, logros de la Revolución Cubana

“Hace unos meses se alojaron aquí unas estudiantes de Medicina suizas —nos cuenta Victoria, una de nuestras anfitrionas—. No hacían más que alabar nuestro sistema y el segundo día fueron a encontrarse con una compartriota que trabajaba en el hospital, emocionadas. Al volver, estaban indignadas. Me mostraron fotos hechas con el móvil de los pabellones comunitarios, y se espantaron con el instrumental no desechable de ginecología. Decían que en Europa hacía décadas que no se usaba eso.” La falta de material podría culparse al embargo, pero lo que nadie discute es la profesionalidad de los médicos y enfermería. “El problema es que se están marchando a otros países, porque aquí cobran lo mismo que cualquiera” —nos dice Victoria. Entonces le preguntamos por los que están siendo expulsados por Bolsonaro en Brasil. “No los han expulsado. Al contrario, muchos se hubieran quedado. Lo que pasa es que Lula llegó a un acuerdo con Cuba que en realidad era para apoyar a la Revolución. A los médicos, Brasil les pagaba 6.000 dólares, de los cuáles más de 5.000 se los tenían que entregar al estado. Ellos sólo se quedaban con 600 dólares para gastos, 50 que enviaban a la familia aquí y otra cantidad que les retenían para que cuando volvieran se compraran un coche —esta versión nos la confirmaron en otras dos ocasiones más adelente. Es algo habitual, a los productores de tabaco les retiene el 90% de la producción, por ejemplo—. Bolsonaro ha dicho que se quedaba con los médicos, pero que todo el dinero se lo tenían que quedar los médicos sin darlo al estado. Por eso el gobierno los ordenó regresar”. Tres días después, en Cienfuegos, asistimos a un acto de bienvenida a los médicos que regresaban. Allí, entre consignas que parecían sacadas de un guión cinematográfico en el que se repiten constantemente los mantras “Patria o Muerte”, o referencias constantes al “peligrosos vecino imperialista del norte”, se les denominaba “Médicos Internacionalistas”, y eran aclamados como héroes. Dentro del discurso repleto de parafernalia, con dos banderas gigantes colgando en la fachada (la cubana y la rojinegra del 26 de septiembre), niños pioneros de uniforme, soldados y enfermaras de cofia impoluta al estilo años 50, se lloraba por el pueblo brasileño que “perdía el trato humano y amoroso que solo los médicos cubanos saben entregar a sus pacientes”. Por supuesto, el profesional de bata blanca que cerraba el discurso agradeciendo la bienvenida, exclamó al finalizar “¡Hasta la victoria, siempre!”. A pesar de que tres personas diferentes nos corroboraran la primera versión, al finalizar el acto una camarera nos informa sobre su idea de los hechos: “El gobierno de Brasil había tomado medidas que atentaban contra la dignidad de los médicos cubanos y no era aceptable. No quedaba más remedio que regresar". Patria o Muerte.

Cuba Cartel Revolucionario Cienfuegos ©JoseCarlosLeon2018

La Cuba del futuro contará con camareros universitarios, como aquí

En cuanto a la educación, es innegable que la formación universitaria de un porcentaje altísimo de población, a pesar de que el acceso a ciertos libros o publicaciones estuviera vetado, ha permitido un elevado nivel cultural. “El problema es que los jóvenes ya no quieren estudiar. Ven que pueden ganar más dinero trabajando en algo relacionado con el turismo o con un negocio propio. Estudiar cinco años para ganar lo mismo que otro ya no lo aceptan”. Es otra de las consecuencias de los cambios promovidos por Raúl y la llegada del Capitalismo y la propiedad privada. La especulación, incluso. Por ejemplo, la posibilidad de comprar y vender casas. “Antes la casa era tuya, no del estado —nos cuentan—, pero no podías venderla. Así que en realidad, no lo era”. El segundo de nuestros taxistas nos lo confirma. Ingeniero de Telecomunicaciones, estudió en Rusia y era el director de una empresa estatal. Lo dejó para comprar un taxi y trabajarlo con su hijo, que es mecánico. “Gano en un día lo que antes en todo el mes siendo el director. Y nadie me dice lo que tengo que hacer. Además, aunque fuera el jefe, estaba obligado a contar con un consejo de dirección en el que había que tener mujeres y “morenos” obligatoriamente. Si era mujer morena, mejor aún. Me cansé”. Pasa como en los hoteles del estado, aunque los operen empresas españolas como Meliá. Según él, quisieron introducir incentivos en la nómina y el gobierno lo prohibió. Así que les da igual hacerlo bien o mal, no como cuando vas a una casa particular”. Joel, a quien llamamos así porque nos pide que le cambiemos el nombre si vamos a contarlo, nos cuenta mucho más, medio en broma, medio en serio:

Ahora todos hablan inglés, pero cuando yo estudiaba, si te pillaban escribiendo en el cuaderno un I Love You, te detenían por Diversionismo Ideológico”.

Cuba Colegio en Trinidad ©JoseCarlosLeon2018

El régimen parece ser menos estricto a nuestros ojos y a pesar de encontrar cada pocas calles un CDR, o Comité de Defensa de la Revolución, que tienen toda la pinta de comisariados políticos, no se ve demasiada policía por la calle. “No se fíe, ahora hay muchas cámaras —nos aclara—, y ese viejito que le vende cigarros de estraperlo tal vez sea un policía secreto”. Aún así, la seguridad es evidente y palpable cuando paseas. No hemos estado en ningún otro país del mundo con esa sensación de tranquilidad. “Aquí vienen muchos famosos y millonarios a pasear sin escolta, porque además nadie los conoce. Por ejemplo Carlos Slim, el mexicano —nos cuenta Joel—. Yo mismo llevé en este taxi a Elena Tablada, que vino aquí a casarse sin paparazzis ¿Saben quién es?”. Me tienen que explicar que se trata de la exmujer de Bisbal. Y lo hace alguien sin acceso a internet tal y como lo conocemos. Tan solo hace unas semanas que los más afortunados disponen de 3G en sus celulares, mientras que la mayoría sólo puede acceder mediante tarjetas prepago y en los lugares públicos, generalmente parques, en los que hay wifi. Aún así, no hay acceso a una red completamente libre. “Aquí nos enteramos de las cosas porque nos envían vídeos de resumen de las noticias. Un resumen semanal nos lo venden por 2 pesos, y así vemos las noticias que no nos cuentan” —nos explica Victoria, nuestra casera, que con esas limitaciones nos sorprende por su visión de la realidad mundial. Se burla de la caravana de migrantes en México, “Son “Nicas” (Nicaragüenses), que son lo peor, muy peligrosos. Además, ¿cómo les van a dejar entrar en el país por las buenas? Eso no se puede permitir. Tiene que haber un control.” Sobre España, parece tener también ideas propias “Ha estado aquí su presidente, a pedir dinero. A ver si nuestro gobierno les paga todo lo que les debemos —nos cuenta sobre la visita de Sánchez—. Y qué me dicen de los catalanes. Vamos, independientes ahora. Aquí al principio les apoyaban, hasta que se han dado cuenta de lo que quieren realmente.” Evitamos entrar en polémicas con ella y le dejamos hablar. “Yo les recomiendo que lean El Hombre que Amaba a los Perros. A todos los que defienden el comunismo, se lo digo. Lo escribió un cubano contando el aseinato de Trosky por un catalán. ¡Y no lo conocen!”. Nos interesa mucho eso, que confesamos desconocer y le pedimos que nos cuente más. “Ahí se cuenta lo que es de verdad la revolución, pero no quieren leerlo. Se lo recomendé a un español que vino diciendo que este era el ejemplo a seguir. Cuando volvió de su primer paseo por La Habana, me preguntó enfadado que dónde podía poner una reclamación, porque era inaceptable que hubiera basura por las calles.” Con basura en las esquinas o sin ella, la sensación general paseando por cualquier calle es de seguridad, con la sonrisa y la amabilidad de sus gentes, que se interesan por saber de dónde eres y te dan los buenos días desde sus ventanas. Eso sí, como nos alertaron, si vas al Malecón a tontear con tu novia y dejas la cámara de fotos al lado, te la pueden robar (¿Y dónde no?). Algo más preocupante son los rumores sobre la actuación de bandas de encapuchados que han comenzado a robar a turistas en algunas zonas del interior. Nos tememos, que con la llegada de la riqueza, también surjan las desigualdades y la avaricia o las ganas de tomar atajos.

Cuna Cartel Raúl Castro Si se Puede ©JoseCarlosLeon2018

Raúl Castro y la Revolución de los Hurones

Una leyenda urbana asegura que si crías un hurón como mascota has de tener cuidado para que nunca pruebe la sangre, ni de la carne cruda, ni de una herida tuya. De lo contrario, se volverá loco, no querrá otra cosa e incluso morderá tu mano. No está confirmado, pero se me antoja lo que puede ocurrir con Cuba en los próximos años. Quien ha probado la propiedad privada y gana dinero con su trabajo... ¿estará dispuesto a volver a un sistema comunista puro? ¿Se le pueden poner puertas al campo, sin imponerlas?

En Cuba hemos encontrado grandes logros que merecen la pena conservarse, y su virginidad en términos capitalistas permitirían una utópica transición hacia un sistema mixto muy perfecto, si les da tiempo a programarlo. O les dejan. 

Sistemas que tal vez ya estén inventados, como en los países nórdicos en los que el capitalismo está limitado por diversas regulaciones de protección social y con un alto nivel de impuestos que financian servicios públicos gratuitos. Pero tras 60 años de no capitalismo, Cuba tiene carencias evidentes en cuestiones fundamentales. El transporte público es gratis, sí, pero se trata en la mayoría de ocasiones de carromatos de burros, camiones que aquí no se usan ni para el ganado o esos coches clásicos que tan bonitos salen en las fotos pero que son taxis compartidos. Sólo en La Habana hay más de 8.000 clásicos, algunos de ellos reconstruidos con motores nuevos y “hasta piezas de cafetera” como nos cuentan. El gobierno quiere mantenerlos sabedor del atractivo turístico, pero no financia su mantenimiento. Mientras, los pocos coches modernos que entran en la isla son chinos o usados europeos. Muy usados, como el Peugeot 405 que nos trasladó hasta Viñales, que aquí no pasaría la ITV. Sin cinturones, sin la manivela de la ventanilla y a saber qué más le faltaba. “Tengo un familiar en España que me va a mandar piezas de este coche. Dice que allí hay sitios en donde los tiran y se pueden conseguir casi gratis”. Le tenemos que contar qué son los desgüaces y hasta que no le decimos que aquí hay fábricas de todas las marcas no entiende que haya tantas piezas de segunda mano. Aún así, con su coche destartalado, se gana la vida mejor que como director de empresa de ingeniería y ha aprendido que cuanto mejor trabaje, y más, más puede ganar. Y que si el cliente está contento, además de la propina extra, le recomendará. Y que la competencia también hace que quienes están montando negocios turísticos como las agencias de servicios, les volverán a cotratar si lo hacen bien. En todos los lugares en los que estuvimos, el servicio fue excelente, profesional y amable. Nos llamó especialmente la atención la extrema puntualidad de los taxistas. Todos ellos llegaban 15 minutos antes de la hora convenida. Incluso el que viajó desde La Habana a los Cayos, saliendo de su casa a las 4 de la mañana para recogernos a las 9. Y vuelta. “Cuando les deje, tengo que ir a Varadero, y luego por la tarde un aeropuerto”. Un horario y kilometraje que en España no le estaría permitido por seguridad vial y convenios. Y que seguramente, nadie estaría dispuesto a hacer.

Cuba Transporte en Cienfuegos ©JoseCarlosLeon2018

 

La Revolución de Cuba la traerá el turismo

España empezó a cambiar de mentalidad en los estertores de la dictadura con la llegada de turistas. Americanos y Suecas, por seguir el tópico, con sus bikinis que escandalizaban a unos y hacían soñar con la libertad a otros. La llegada masiva de turistas a Cuba, y los negocios dedicados a ellos, se antojan una combinación explosiva, combinado con la posibilidad de salir de la isla para los cubanos. Con quien hables, te dirá que tiene un familiar o un amigo en España. O en Florida. Antes como mucho iban a Rusia. En la estación de autobuses asistimos a otro mini momento histórico. Han requisado a una mujer los dólares que traía en la maleta y la que vigila el aseo en el que recompone la maleta, la defiende a voz en grito enfrentada a la compañera jefa de estación: “¿Porqué le quitan sus divisas si son suyas? ¡Las ha ganado con su trabajo y son suyas! ¡Nadie tiene que quitarle lo que es suyo! ¡A mí no me vengan con injusticias, porque conmigo no valen!”. Es algo que oiríamos en cualquier país del mundo que defienda la propiedad privada, pero aquí aún es inaudito. “El Capitalismo va a llegar —nos cuenta Victoria otra mañana durante el desayuno— porque somos los únicos que quedamos. China son más capitalistas ya que nadie y Corea es otro mundo. Lo que no puede ser, es que si somos los únicos que vamos en otra dirección, todos los demás sean tan malos”, piensa ella. Además, nos cuenta que no tiene muy claro qué es mejor o peor con un razonamiento que nos deja descolocados. “Aquí se funcionaba mal que bien mientras los Rusos nos apoyaban. Pero sólo nos daban petróleo y armas. Nos utilizaron para llevar el sistema a Latinoamérica sin mojarse ellos. ¿Pero las armas de dónde venían si nosotros no las fabricamos? Así que nos usaban para crear guerrillas en los países en los que los americanos ponían dictaduras de derechas. Cuando cayó el muro, se fueron y no nos dejaron nada. Y en Latinoamérica hoy las dictaduras no están, pero quedan guerrilleros, porque darle armas al pueblo es muy peligroso. Así que no tengo muy claro qué es peor”. Bolsonaro aún no había tomado posesión en Brasil.

Cuba Restaurante en La Habana ©JoseCarlosLeon2018

 

Hasta la Victoria, Nike.

Esperando al taxi que nos llevará al aeropuerto, charlamos con el último de nuestros caseros. Volvemos a preguntarle su opinión sobre si el capitalismo se impondrá. “Yo no lo sé. Lo que sí se es que aquí hay cosas que no se han hecho bien. Por ejemplo, no se han hecho casas. Sólo algunas para militares y gente del estado, pero no para el resto. Ahora en las casas viven tres generaciones enteras y la gente ya no quiere tener hijos porque no caben.”  Recordamos nuestros paseos por los barrios de La Habana, con una arquitectura impresionante, congelada (o apunto de caerse) en estilo colonial, pero sobre todo modernista, de cuando era “La París del Caribe”, o prerevolucionaria con grandes almacenes y cafeterías que parecen sacadas de un cuadro de Hopper.

Hoy, gracias al turismo, la declaración de Patrimonio de la Unesco y en restauración de cara al 500 aniversario “está quedando preciosa, toda limpia y pintada —se alegraba Victoria— aunque sea para hacer hoteles”.

Le quitamos algo de ilusión hablándole de la turismofobia y problemas de los grandes destinos como Barcelona o Lisboa y de paso le contamos lo ocurrido en España y resto del mundo con las hipotecas y la burbuja y le cuesta creer que echaran a las familias de sus casas. Aunque también se sorprende de que la gente se endeudara y no se conformara con menos. “Es la condición humana, somos así de ambiciosos”. Una vez más, la charla es instructiva, culta y gustando de razonar. “Yo soy revolucionario —concluye— tal vez porque no he conocido nunca otro sistema”. Pagamos la cuenta, incluyendo las dos botellitas de agua que pone en la nevera americana a disposición de los clientes, compradas a menos de 1 CUC y vendidas a 2 CUC según la lista de precios pegada en la puerta. “Una cosa más, si no les importa, llamen a mi primo por teléfono cuando lleguen a España, para decirles que nos han visto bien. Viven en Granada y tienen un negocio allí”.