El movimiento antivacunas, la globalización o, muchas veces, la pura inconsciencia, están haciendo resurgir y expandirse enfermedades que ya creíamos erradicadas. Porque cuando hablamos de patologías como la peste bubónica uno se imagina ciudades asoladas en la Europa del siglo XIV, no la más rabiosa actualidad.

Pero es lo que sucede cuando a alguien no se le ocurre mejor idea que cazar y comerse una marmota salvaje. Es lo que hizo un hombre de 38 años en Mongolia. Y compartió el apetitoso guiso con su mujer, de 37 y embarazada. 

El resultado fue que ambos contrajeron nada menos que la peste bubónica. Según las autoridades siberianas, el hombre murió el pasado día 27 de abril y su mujer tres días después.

Pero el hecho no es solo grave por el fallecimiento de estas dos personas. Las autoridades se han puesto en alerta ante la posibilidad de que estos dos individuos hayan actuado como vectores de la enfermedad. Como el eslabón que permite al bacilo saltar de los animales a los humanos y extenderse entre estos últimos.
De momento han sido casi 200 personas las que se han puesto en cuarentena y observación dado que podrían haber estado en contacto con los pacientes cero.

Un avión en carentena

El momento más llamativo de las medidas que se están tomando tuvo lugar en un aeropuerto de Mongolia.  

Un avión que hacía un trayecto interior fue detenido y clausurado en el aeródromo de Ulan Bator, la capital de la región. En su interior, un centenar de pasajeros a los que se impidió bajar del avión y se les puso en cuarentena. 

Algunos de ellos fueron analizados en el mismo avión y otros traslados a hospitales cercanos entre fuertes medidas sanitarias para evitar contagios, con el fin de realizarles análisis más profundos. 

Hasta el momento no se ha informado de la aparición de nuevos casos de peste bubónica, aunque las medidas se podrían extender durante varias semanas.