De momento estaremos hasta el 26 de abril a la sombra, en casa, y, según anunció el sábado el Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, puede que a la situación actual la sigan otras fórmulas nuevas de confinamiento, en fusión del avance de la pandemia.

Es decir, que nos perderemos muchos de los primeros rayos de sol de la primavera, y la luz solar nos viene bien para fabricar vitamina D. El propio organismo sintetiza esta vitamina liposoluble cuando la piel se expone bajo la luz solar aunque sea un rato muy corto (los expertos recomiendan unos 15 minutos tres días a la semana, aunque la cantidad de vitamina D que necesita el organismo depende de la edad y el sexo). Después, la utiliza como vehículo para absorber y metabolizar calcio, mineral esencial para el desarrollo y crecimiento de los huesos, cuya carencia puede provocar raquitismo en los niños, osteomalacia en los adultos (huesos débiles, dolor óseo y debilidad muscular) y osteoporosis en las personas mayores, sobre todo en mujeres con menopausia. La vitamina D también está implicada en funciones biológicas de los músculos, el sistema inmunitario o los dientes. También se ha relacionado niveles bajos de vitamina D con obesidad, diabetes tipo 2 y síndrome metabólico. E investigaciones recientes han demostrado que esta vitamina protege de determinados tipos de cáncer, las personas que la presentan en niveles elevados tienen un 40% menos de riesgo de desarrollar un cáncer de colon que aquellas que son deficitarias, y parece que sirve de escudo frente al cáncer de próstata, de mama o de piel.

¿Y qué hacemos ahora que no nos asomaremos al sol en una temporada? Para empezar y por supuesto, es importante aprovechar el sol que nos entre por el patio, la ventana o el balcón. Todos los días, aunque esté nublado, y sobre todo los niños y personas mayores. Y por lo demás, la respuesta está en la dieta, no son pocos los alimentos que la contienen: los pescados azules o grasos (evitar los que tienen mercurio, como el pez espada, el atún rojo o el lucio), como el salmón o el atún; las yemas de huevo, el queso o los champiñones. Además, muchos lácteos, zumos de fruta y cereales se producen ya enriquecidos con un extra de vitamina D. Y por supuesto, siempre tendremos los suplementos vitamínicos específicos, aunque generan una gran controversia entre los médicos.

No obstante, un exceso de esta vitamina puede resultar perjudicial para la salud, porque, al favorecer la absorción de calcio a través del tracto intestinal, se puede producir una hipercalcinemia, un exceso de este mineral en sangre, formando depósitos en tejidos como el corazón o los pulmones, o causando cálculos renales.