“Estar quemado”. Pocos términos pueden ser más gráficos para describir un estado de ánimo. Y generalmente se asocia a estados relacionados con los entornos laborales. Un jefe insoportable, unos compañeros insufribles, un volumen de trabajo inasumible o todo al mismo tiempo configuran lo que hasta ahora parecía una queja.

Pero la Organización Mundial de la Salud lo ha elevado a la categoría de enfermedad. La entidad supranacional que vela por nuestra salud ha admitido que el “burnout” o “síndrome de estar quemado" es realmente una patología provocada por el desgaste profesional. 

Ha sido una larga lucha. Desde que en 1974 se describió el síndrome por primera vez hasta que ahora la OMS lo ha admitido, aunque las consecuencias de esta decisión no serán prácticas hasta 2022. 

Este síndrome se asocia con agotamiento emocional y físico, despersonalización, sensación de ineficacia y fracaso personal y de ser superado por las tareas encomendadas. Esto deriva en patologías mentales como depresión o físicas, como dolores de cabeza o problemas intestinales

Sin terapia

Además, se trata de, ahora lo sabemos, una enfermedad que se retroalimenta. Desde su manifestación, el sujeto comienza a rendir peor, a tener más problemas para desarrollar las tareas propias de su cargo. De este modo, la sensación de incapacidad se incrementa.

Lo que todavía no se ha establecido es el tratamiento. Aunque el sentido común dicte que reducir los niveles de exigencias en empresas podría ser una buen principio, no parece que finalmente los tiros vayan a ir por ahí. Más probable parece que se invente y publicite un nuevo fármaco para que podamos seguir rindiendo en nuestros puestos laborales por encima de nuestras posibilidades. Pero con una sonrisa en la boca.