Las historias de animales son historias ganadoras. Tenemos tanto cargo de conciencia con las cosas que les estamos haciendo, que parece como si cada relato que nos llega sobre su capacidad de desarrollar sentimientos, nos emocionara.

El pobre Grape-kun

El último de estos relatos es el protagonizado por el pingüino Grape-kun de la especie humbolt. La historia de este ave ha sido convenientemente provista de elementos que nos permiten identificarnos con él. Pese a que nuestro parecido con él es extremadamente lejano, si acaso cuando nos vestimos para una boda. El caso es que Grape-kun vivía feliz en el zoo de Tobu en Japón. Feliz junto a su pareja durante muchos años, dado que este especie es monógama. Más o menos, porque un día, la pareja de nuestro protagonista decidió dejarle. Se presume que por otro pingüino más joven y alto.
El caso es que nuestro amigo entró en una fuerte depresión. Cualquiera puede comprenderlo. Solo, viejo, abandonado por su amor. Sin esperanzas.

Hululu entra en escena

No se sabe muy bien a quién se le ocurrió la idea de meter en el acuario en el que vivía Grape-kun la imagen de un personaje manga. Una ilustración montada sobre cartón pluma que se apoyó en las rocas de la instalación. El fundamento es que este personaje es Hululu, una heroína relacionada con los pingüinos en la seria de juegos nipones Kemono Friends.
El flechazo fue instantáneo. Grape-kun pasó a dedicarse solo a contemplar la figurilla de papel. Se pasaba horas a su alrededor.
Y se enfadaba visiblemente ante cualquier intento de retirarla. Incluso los veterinarios aseguraron que el estado general del pingüino había mejorado ostensiblemente desde que Hululu apareció17. Estaba más activo pese a su edad y comía mejor. Fue un final feliz para el bueno de Grape-kun. Aunque su ánimo era mejor, los achaques se agravaron y finalmente, falleció el pasado día 12. Pero hasta el último momento estuvo acompañado de su nueva pasión. Demostrando que el amor no conoce de edades, especies o materiales.