No es la primera adaptación cinematográfica que se hace de Las brujas, la novela que Roald Dahl publicó en 1983. Ya en 1990, el director Nicolas Roeg y el guionista Allan Scott la trasplantaron a la gran pantalla en una versión bastante hechizante, y ahora, Robert Zemeckis se atreve de nuevo con la historia regresando a los picos de estilo más fantástico y disparatado que tenía su cine en los años 90, aportando una factura visual de muchísima calidad.

El director de Regreso al futuro coescribe el guion con Kenya Barris, y ambos trabajan sobre una versión que originalmente escribió Guillermo del Toro, y con la producción de Alfonso Cuarón. El papel de gobernanta de akelarre que en su día encarnó Angelica Huston lo asume ahora Anne Hathaway, dándole un toque más perverso. Y, aunque la película es bastante fiel a la historia original, se le da un componente racial ubicando la acción en Alabama (Estados Unidos) en la década de los años 60.

Tras la muerte de sus padres, Jahzir Bruno se va a vivir con su abuela (Octavia Spencer), que intenta levantarle la moral con hits de Motown (Zemeckis vuelve a desplegar la melomanía de Forrest Gump), pero el niño solo empieza a reaccionar y abrirse después de que la abuela lo ponga a cargo de un hámster. No tardarán en entrar en escena las famosas brujas, con sus guantes, sus calvas, sus pies sin dedos y sus planes de cambiar por ratones a los niños de todo el mundo.

La cinta gana fuerza y locura a medida que entra en escena Hathaway y su ejército, todas ellas enfundadas en elegantísimos trajes de época, que cubren un fondo espeluznante. También figura en el elenco Stanley Tucci como un engreído gerente de hotel. Todo, para hablar de la aceptación, del valor de la familia, de justicia, amor incondicional y de lo poco que se entienden, a veces, niños y mayores.