Ya es un hecho. Mejor que vayamos haciéndonos a la idea. Ya se ha hablado mucho de los alentamientos reaccionarios de Jair Bolsonaro, el presidente electo de Brasil, sobre aspectos como la pobreza, la desigualdad, las violaciones o el aborto. Pero hay un peligro más. La mayor parte del Amazonas se encuentra en Brasil.

A la Trump

Es decir, ahora mismo en la mano de este controvertido personaje. Y las expectativas no son demasiado buenas. Y no olvidemos que estamos hablando, como suele decirse, del pulmón del planeta. 

Las declaraciones de Bolsonaro no llaman precisamente a la esperanza. Sobre políticas contra el cambio climático se ha mostrado alineado con las peregrinas teorías de Donald Trump. De hecho, ha anunciado una medida similar a la del dirigente norteamericano. Sacar al país de los Acuerdo de París, esos que estipulan una bajada de las emisiones de cada nación con el fin de evitar que las temperaturas suban por encima de los 1,5 grados. Brasil debía recudir estas emisiones en un 43% hasta 2030. Ahora no se sabe si reducirá algo. 

Y el Amazonas, ¿qué?

Pero la gran incógnita y el gran temor está en el Amazonas. Bolsonaro ya ha prometido revisar todas las medidas proteccionistas de sus predecesores. Bolsonaro se ha alineado con el bloque llamado “ruralista”, el de los que defienden que agricultores y compañías mineras puedan realizar una explotación de la zona prácticamente libre. Relajar las medidas, abrir los territorios exclusivos de los indígenas a las empresas mineras y construir una gran autopista transamazónica han sido algunas de sus promesas durante la campaña electoral.

Para que nada detenga sus planes, también ha advertido de que ONG ambientalistas como Greenpeace o WWF serán expulsadas del país. Además, desmantelará el ministerio de Medioambiente que había logrado algunas conquistas durante los últimos mandatos de Lula y Dilma Russeff.