A pesar de que muchos opinen lo contrario, lo cierto es que en los últimos años hemos avanzado mucho en la concienciación ciudadana respecto al cuidado del medio ambiente. Es evidente que queda mucho camino por recorrer, pero también lo es que el interés general por las cuestiones relacionadas con la ecología no para de crecer, y todo ello a pesar del desdén de nuestros políticos por cuestiones tan primordiales como el cuidado del entorno y la lucha contra el cambio climático.

A diferencia de la gente que durante años practicó un ecologismo mucho más contemplativo, centrado básicamente en el descubrimiento y la conservación de la naturaleza, hoy en día existe un número creciente de ciudadanos que han decidido pasar a la acción y echarle una mano al planeta. Gente de todas las edades y clases sociales a las que no solo les preocupa el deterioro medioambiental sino que se ocupan de atajarlo desde la acción personal, en el día a día, y todo ello a pesar de recibir pocos o nulos estímulos desde la administración.

Ciudadanos que han decidido incorporar a sus hábitos esos pequeños gestos que forman el catálogo de las buenas prácticas ecológicas. Gente que está reduciendo y reciclando los residuos del hogar, haciendo un uso más responsable del agua basado en el ahorro y utilizando la energía de manera más inteligente desde la eficiencia. Gente que opta por otras formas de movilidad alternativas al coche privado, como la bici o el transporte público, que practica un consumo más responsable en el que cada vez tienen más presencia los productos sostenibles, ecológicos y de proximidad.

Parece como si, ante la falta de interés por el medio ambiente de la clase política en general (por supuesto que hay honrosas excepciones), la sociedad civil hubiera decidido asumir de una vez por todas la responsabilidad en el cuidado del entorno,  incorporándola a su forma de ejercer una nueva ciudadanía, implicándose directamente en el cuidado del planeta. Y eso es una esperanzadora realidad.

Porque mucho antes que una cuestión vinculada a la ecología, el respeto al medio ambiente debe ser entendido como una muestra de civismo. Nuestros jóvenes están creciendo con esos valores y encuentran numerosos motivos en su entorno para poner en práctica una conducta mucho más ecológica. Son conscientes de que el cambio climático es la mayor amenaza a su futuro y que no hay tiempo que perder si queremos evitar los peores escenarios. Deberíamos seguir su ejemplo.

Porque, a pesar de que nos estemos adentrando en las oscuras tinieblas de la incertidumbre política, a pesar de que quienes han hecho gala del mayor desprecio por el medio ambiente tengan las mayores posibilidades para seguir gobernándonos durante muchos años más, si todos nos sumamos a esa gran tendencia social en favor del planeta y contra del cambio climático, todavía nos queda margen para la esperanza.  

El medio ambiente está en nuestras manos, siempre lo ha estado. Pero ante el escenario político que se nos echa encima, debemos tener claro que a partir de ahora solo nos va a tener a nosotros. Permanezcamos activos y vigilantes.